Dejamos atrás la primera quincena del mes de agosto con la maquinaria de la industria turística de las Pitiusas a pleno rendimiento. La presión humana, como cada año en plena temporada alta, es máxima. Los hoteles y apartamentos turísticos están casi llenos. Las carreteras, calles y avenidas, repletas de vehículos que no encuentran dónde aparcar. Hay que hacer cola para casi cualquier actividad, ya sea ir al súper, a un restaurante, a una discoteca o para tomar un taxi o subir a un autobús de línea.

La saturación se palpa en el ambiente y, con ella, la sensación de agobio que nos acompaña siempre durante esta época del año. No sólo en Ibiza y Formentera, sino en cualquier destino turístico importante. ¿Preguntamos en Mallorca, Barcelona, Valencia, Málaga, Marbella…? ¿Preguntamos en Venecia, Milán, Roma, Capri, Atenas, Mykonos, Santorini, Estambul, Tel Aviv, Dubrovnik, Marrakech, Rabat e incluso La Valeta?

Vivir del turismo tiene sus inconvenientes, pero también sus cosas positivas, aunque ahora prima magnificar los primeros y despreciar las segundas. Y en todo caso, miles de empresarios, autónomos y trabajadores por cuenta ajena, trabajan duro para facturar todo lo posible, de cara a poder sobrevivir durante la temporada baja, cuando no hay turistas, ni trabajo, ni negocio.

Oferta de calidad

La inmensa mayoría de ellos trabajan de forma correcta, respetan la Ley, con los permisos pertinentes, están dados de alta, pagan sus impuestos y procuran dar un servicio de calidad a sus clientes, porque tratan de hacer las cosas bien. Saben perfectamente que sólo así es posible garantizar la sostenibilidad del negocio y que los turistas repitan. Se trata de que cuando terminen sus vacaciones, regresen a sus lugares de origen satisfechos y habiendo vivido una buena experiencia durante su estancia en las Pitiusas. Porque nuestros visitantes buscan pasarlo bien y eso es algo que el sector turístico de Ibiza y Formentera ha sabido garantizar durante años, mucho mejor que ningún otro destino turístico en el mundo.

Pero los cornetas del apocalipsis, activistas de la turismofobia, pretenden hacer creer que todo lo que sucede durante esta época del año es malísimo. Será por eso que cada año miles de visitantes, nacionales y extranjeros, vienen a pasar sus vacaciones aquí. Nos hablan de cambiar de modelo turístico, pero su único modelo es quejarse por todo y maldecir a los que nos visitan. Es pura turismofobia. No hay nada más.

Todo les molesta, las discotecas, los coches de alquiler, los aviones que llegan de noche, los jets privados siempre, los yates y las barcas, las tumbonas y sombrillas en las playas… Nada se salva. Naturalmente, los turismófobos no soportan nada eso y creen que no lo necesitan porque suelen tener su sueldo garantizado, pues acostumbran a ser funcionarios y piensan que el dinero para pagarles su salario llueve del cielo.

Pero quienes tienen que trabajar duro de sol a sol saben que no es así en absoluto y tienen que soportar resignados que se les criminalice, como si fuesen los culpables de los que se tiran del quinto piso de sus hoteles o de los acantilados de Cap Martinet. O como si fueran ellos los responsables de los accidentes de tráfico o de las peleas entre guiris ebrios que inevitablemente se producen cada año en los lugares de mayor afluencia turística.

Oposición despiadada

Todos esos sucesos lamentables, que nadie desea, también se producían cuando era el PSOE el partido que gobernaba, es un decir, en el Ajuntament de Sant Antoni, por más que ahora pretendan culpar al alcalde ‘popular’, Marcos Serra y al concejal de Turismo, Miguel Tur, al que exigen su dimisión no se sabe bien por qué.
La política carroñera del PSOE en Sant Antoni de Portmany, duramente juzgada por la ciudadanía el pasado 28 de mayo en las urnas, contrasta con la frenética actividad desplegada por el consistorio para mejorar la oferta turística del municipio: hay más hoteles de mayor categoría que nunca y se ha reducido los establecimientos de peor calidad (aunque aún hay margen de mejora); hay más policías locales para combatir la delincuencia y los comportamientos incívicos; se han creado ayudas para reconvertir los pubs y bares de copas del West End en comercios y restaurantes que transformarán la zona y mejorarán la convivencia vecinal, etc.
Pero nada de eso sirve a la oposición socialista de Portmany, que lidera Antonio Lorenzo, incapaz de admitir el menor avance ni reconocer la más mínima mejora. No dan para más y por eso están donde están.