La Fundación Conciencia se puso en marcha hace algunos años gracias al ímpetu y a la decisión de Marisina Marí. En el programa de la TEF Bona Nit Pitiüses Entrevistes’ con Toni Ruiz, repasa en qué consiste su labor. Su principal objetivo es, sin duda, la protección del menor ante posibles abusos.

—Usted preside la Fundación Conciencia que cuenta con mucha gente implicada, aunque seguramente necesitaría mucha más.
—Siempre, porque además cuando vas trabajando ves que hay más cosas que se podrían hacer con más recursos. Es un pozo que nunca se llena.

—La Fundación se creó hace 13 años y surge a raíz de un viaje que usted realizó a Calcuta.
—Fue así más o menos. Cuando me casé, recogimos un dinero de los invitados para donarlo allí. Era toda una oportunidad tener un mes de vacaciones y realizar ese viaje, llevando también esos fondos. Nosotros pensábamos que era llegar y empezar a repartir el dinero porque no teníamos experiencia en ese ámbito. En Calcuta, nos dimos cuenta de muchas cosas, de cómo se hacen y de cómo no y volvimos con parte del dinero que queríamos destinar a un tema social. Una amiga mía que tenía una fundación estaba a punto de cerrarla y me propuso coger las riendas, adaptar los estatutos y cambiar el nombre y así hicimos. Destinamos allí el dinero y comenzamos con unos proyectos en Calcula. Después empezaron a entrarnos otros casos a través de mi madre, que en aquel momento era la Defensora del Pueblo. Vivíamos juntas en Madrid y yo escuchaba algunas cosas que, al principio, pensé que eran excepciones en el sistema de protección de menores. Cuando vi que era algo continuo e investigué un poco, me di cuenta de que era algo mucho más frecuente. Empezamos sobre todo con casos de niños tutelados que intentábamos que volvieran con su familia de origen, siempre que fuera posible.

—Muchos piensan que pueden ser casos aislados, pero la Organización Mundial de la Salud asegura que tres de cada 10 personas han sufrido malos tratos o acoso durante su infancia. ¿Cuántos casos están gestionando ahora mismo?
—En estos momentos, unos 60. Estamos haciendo unos listados porque ya contamos con un trabajador en la Fundación Conciencia y seguimos recogiendo documentación antigua. Sobre esta cifra de la OMS, son datos oficiales, aunque no es lo que estoy viendo a mi alrededor. Voy a cenar con 15 personas y cuatro o cinco de ellas deberían haber pasado por esta situación. No me termina de cuadrar. Cuando empezamos con el trabajo de los malos tratos y la gente comenzó a saber que trabajábamos en este ámbito, nos sucedió que comíamos diez personas y, de repente, alguien se acercaba y nos explicaba que lo había sufrido en su infancia. Cuando empieza a acercarse la gente y te cuenta y te la das gracias, comienzas a ver que es una realidad, aunque hasta ahora no había aflorado.

—Recientemente ha recibido varios premios que ayudan a visibilizar un problema que, muchas veces, ha pasado desapercibido. ¿Esta visualización le da más facilidad a la hora de conseguir recursos?
—Sí. Empezamos trabajando casi en el anonimato y teníamos la estructura de la Fundación para poder tener toda la parte legal y que pudiera entrar dinero. Al principio, ese anonimato también nos fue muy bien porque nos permitía actuar contra las redes de pederastia, concretamente contra una que había en Cataluña. Tienen estructura, son peligrosas y realizan unos movimientos que daría para una entrevista entera. Un día, los trabajadores del Defensor del Pueblo nos advirtieron de que nos estábamos metiendo en un sitio complicado y nos recomendaron que tuviéramos visibilidad para que no nos cargaran lo que era de otros, porque ha pasado. Por la propia protección de la Fundación, para que nos llegaran casos, debíamos salir a la luz y promocionarnos.

—Les llegarán situaciones terribles.
—Sí, además cuando crees que te han llegado cosas horrorosas y que no puede haber nada más enrevesado, llega otra cosa que no nos podíamos esperar y te vuelve a descolocar. No puedes creer que haya gente capaz de hacer estas cosas. La parte más dolorosa es cuando debes ver un vídeo. Ahora estamos promocionando una película y hay una escena con un policía mirando vídeos y llorando porque debe hacer un atestado. Es realmente duro cuando debes ver ciertas imágenes. Hay una parte no conocida de Internet que nadie debería conocer y en la que ves un mundo horroroso que se queda en la mente. Cuando te cuentan algo, tú puedes hacerte una imagen y puede afectarte pero, cuando lo ves, lo estás viviendo de alguna forma y vives lo que le está pasando a ese niño y es una parte muy dura.

—Hablábamos hace un tiempo del suicidio infantil. ¿Qué pasa por la mente de un niño que puede tenerlo todo para ser feliz y se plantea irse de este mundo? No es algo anecdótico y existen casos en Ibiza y Formentera.
—Sí y cada vez aumenta más esta cifra y es una preocupación de los servicios sociales y de las ONGs. Se ha creado una sociedad que cada vez mira más por la imagen y hay que ser guapo, delgado y del grupo de los más populares en el colegio. Además, a través de la redes ten dan ‘Likes’ y si a tu amigo le han dado 1.000 y a ti ninguno, afecta. Los niños no están preparados y desde hace muchos años se alerta sobre ello, aunque los padres no acabamos de ser conscientes. Hay menores muy resilientes y lo gestionan bien, pero hay otros que pasan al instituto y ven cómo sus amigos de toda la vida se van con otros y pueden comenzar los problemas. Tenemos también niños abusados sexualmente, lo cual puede llevar a eso. En Ibiza, hay un caso de un niño de 10 años que está en un programa de riesgo de suicidio. Ahora se ha conseguido una orden de alejamiento del agresor, que era extrafamiliar, y esto le ha dado un respiro. Antes lo veía todos los días a la entrada del colegio, porque este agresor iba a un bar situado frente al centro y el niño le veía y entraba mal y se ponía debajo de la silla. Estas cosas no se pueden consentir.

—Alba Pau comentaba el otro día que cómo era posible que un 30% de la población tenga tan pocos recursos por parte de la Justicia. En este sentido, la situación de la Justicia en las Pitiusas es lamentable.
—Desde que entró Alba en la Fundación, porque ella es muy buena buscando recursos, han podido aumentar un poco. Recaudar fondos es muy complicado y a mí me cuesta, pero para otras personas puede ser un poco más fácil. Sobre el sistema judicial, he de decir que todavía llegan pocos casos. Hay que pensar que el 80% de casos son intrafamiliares y esto provoca que se intenten parar internamente, evitando llevar al familiar a los tribunales. Se tapa muchísimo. Hay muy pocos casos que van a los juzgados. Además, tampoco hay una solución rápida y buena. Por ejemplo, quien da el paso de ir a la Oficina de la Dona, sabe que al día siguiente está protegido. En el caso de los niños no es así y existe una presunción de mentira, cuando debería ser al revés y que el menor fuera protegido de inmediato. Cuando un niño se atreve a contar que su padre le está haciendo algo, primero no le creen y no hay mecanismos. La madre, hasta que exista una orden o algo, vuelve a entregar al menor muchas veces al padre.

—Entra aquí en juego algo todavía más terrible: si el niño se siente maltratado, lo cuenta y no se actúa, todavía se siente peor y pierde la confianza en su madre y en el mundo en general.
—Esto es terrible y brutal. Psicológicamente para un niño, casi es mejor que no se lo haya dicho a nadie. Si lo dice, lo explica, pero ni su madre ni la escuela ni su entorno le protegen, puede pensar que no es el agresor el malo, sino todo el mundo, y ello puede conducir a muchos menores al suicidio. Es tremendo. Hay que proteger y después ya se verá. El interés superior del menor no puede ser sólo algo por escrito. Debe ser una realidad.

Noticias relacionadas

—En Ibiza contamos con un nuevo juez decano, aunque la judicatura es un monstruo muy lento. ¿Cómo está la cosa?
—Fuimos a ver a su secretaria para pedirle una cita y nos dijeron que todavía no había tomado posesión de su cargo. De momento, tenemos pendiente una cita con él para ofrecerle propuestas concretas, que es lo que nos gusta. No ir a decir que algo no funciona, sino no explicar lo que hemos detectado y lo que se puede solucionar, proponiendo cosas concretas. Por ejemplo, no hay psicólogos forenses suficientes en Ibiza y no sólo para casos de abusos sexuales. Así, pedimos que hubiera más. No se hizo y optamos por plantear un convenio con el Tribunal Superior de Justicia de Baleares poniendo todos los medios nosotros, personal independiente y psicólogos especializados en abusos sexuales, totalmente independientes y pagados íntegramente por la Fundación Conciencia, pero nunca se llegó a contestar. Sé que lo han valorado, aunque son estructuras muy rígidas que deben poder moverse un poco. Hay jueces que cuando ven que un psicólogo forense no va a poder valorar a un niño, han nombrado a un profesional del Colegio Oficial. Hemos tenido recientemente un caso de un niño. El juez dio un mes y, mientras el menor estuvo con la madre, se hizo una valoración al padre, abuelos y al entorno y se pudo llevar a cabo una investigación muy profunda y con un informe en condiciones. Llevamos seis años con esto, pero no avanza y habrá que buscar otras maneras, por lo que se lo vamos a proponer al juez decano, que nombren a profesionales externos y, si no lo puede pagar el juzgado o las familias, lo pagamos nosotros. El dinero no es un problema porque cuando estás defendiendo una causa así y falta dinero, se va a encontrar, porque la mayor parte de la gente es buena y no va a consentir que un niño se quede sin evaluar. Esto nos había pasado cuando no éramos tan visibles y no teníamos dinero en la cuenta habitualmente, pero si el peritaje de un niño cuesta 1.800 euros, los pedíamos.

—El resto de instituciones, ¿cómo actúa ante esta situación?
—Cada uno tiene su parcela dentro de los protocolos y cada uno hace lo que puede. Les faltaban medios a todos y también les faltaba una visión global. Un ejemplo muy claro es el de los servicios sociales si piensan que un niño puede sufrir abuso sexual. Pasan el caso al juzgado y, aunque parezca que hay indicios, no se puede meter en la cárcel al abusador porque no hay pruebas suficientes. Lo que se tendría que hacer -y ahora se hace cada vez más- es hacer seguimientos porque existen indicios. Puede que no haya un delito probado, pero hay que hacer un seguimiento del caso y eso es algo que antes se quedaba en saco roto. Es lo que hay que conseguir. La casa del menor será también un avance muy grande.

—¿Cómo está este proyecto de la casa del menor?
—Lo está liderando el Consell en colaboración con otras instituciones y entidades como Save the Children. Nosotros también participamos, aunque estábamos más acostumbrados a otro ritmo y esto lleva unos protocolos, una fase de diagnóstico o de implementación. Sé que hay algún sitio ya mirado. Nosotros siempre decimos que, si empieza sin tener recursos humanos o convenios con ONGs o lo que sea, al final no servirá para nada. Habrá un lugar físico, sí, pero si después no va a estar Fiscalía o no va a haber un policía, no tendrá al final el efecto deseado.

—En Formentera existe un proyecto similar procedente de la pasada legislatura, aunque ha quedado paralizado. ¿Cómo está allí la situación?
—De allí también nos llegan casos, aunque es cierto que este proyecto de menores no lo conocía y no sabía que estaba en proceso. Debo decirle que son proyectos complicados porque son necesarios muchos permisos y no debería ser así. Cualquier proyecto requiere de una cantidad enorme de burocracia. Tal como es ahora, se requieren evaluaciones, concursos o dotaciones, y esto retrasa todos los proyectos. Para la gente con niños de Formentera que están en el centro de Sa Coma, cuando deben venir a verlos, puede ser un problema o una incomodidad. Posiblemente el de Formentera no se llenaría con niños de la isla, pero también menores de aquí podrían desplazarse allí si no hay sitio.

—¿Estos casos acaban arreglándose?
—Se mejoran, porque un caso así nunca se termina de cerrar. Siempre lo vas a tener toda la vida. De hecho, tenemos niños tratados durante una época, se les da el alta, aunque sigan ligados a la Fundación, y cuando llegan a una edad o tienen una pareja, vuelve a salir toda esa problemática. Contamos ahora con unas terapias de las que estamos contentísimos y fue una recomendación de Save the Children, que nos dijo que teníamos que comenzar a trabajar con una terapia llamada MDR y formamos a los psicólogos con quienes trabajamos. Son terapias más efectivas a la hora de desbloquear traumas en casos de abusos sexuales. Cuando hay un trauma, ello te genera una situación y te puede causar ansiedad o una sensación parecida si estás frente a algo que relacionas con aquello. No es racional. Esta terapia está siendo muy efectiva y, tras tres años, está habiendo altas. Mejoran. En las víctimas, hay una parte del alma rota y, cuando es algo familiar, la recuperación es mucho más difícil. Si se rompe el alma, es muy difícil de curar.

—¿Se puede prevenir el maltrato infantil?
—Se puede prevenir mucho. Cuando hay casos con una sentencia judicial, esa persona estará dentro de un listado que se puede solicitar si uno va a buscar trabajo a un colegio, por ejemplo. El problema es que hay casos sin sentencia. En Ibiza, ahora, hay un caso en el que la madre ha retirado la denuncia. Son varios niños y la madre, para evitar que a la niña le afecte más, ha retirado la denuncia. A nivel judicial, si no la hay, es complicado. Esta persona era un educador de la ‘escola matinera’. Ya no está en ese colegio, pero ¿dónde está?. Hay una parte legal que tampoco puedes ir diciendo que esa persona ha podido cometer un abuso. Yo entiendo que hay una parte en la que se busca proteger a los hijos, pero tenemos que pensar que, si no trabajamos un poco por todo en general, no funcionará. La niña necesita protección, pero también justicia desde el punto de vista psicológico. No juzgo a los padres, pero pienso que se debe seguir adelante con esa denuncia y que se pueda condenar y evitar así que esa persona pueda estar en otros colegios. Son enfermos y una persona que ha abusado sexualmente de un hijo suyo, aunque esté durante años en la cárcel, no se puede considerar que ya está limpia. Hay un caso en Ibiza con una niña que ya tiene 15 años y su padre había abusado de tres de sus cuatro hermanas en Francia. Tenía otro hijo en Inglaterra y los servicios sociales de este país advirtieron a la madre de que si dejaba ver el niño al padre, se lo iban a quitar para proteger al niño. Es de sentido común y son cosas que deberían funcionar directamente. Las garantías judiciales deben ser siempre en favor de los menores y hay que ver cómo se encajan.

—¿La Ley del ‘sólo sí es sí’ ha afectado a este tipo de casos?
—Los ha afectado negativamente en todo porque ha hecho que se reduzcan los tiempos de condena y es algo que no ha funcionado. Al final, conseguir condenas para alguien que ha cometido abusos es muy difícil. Conseguir, por ejemplo, una orden por una presunción es muy complicado. En Ibiza tenemos un caso en el que se supone que el padre tiene fotos y vídeos de los niños. Nosotros pedimos que se coja el teléfono y no se puede. Estas cosas reducirían mucho los abusos.

—Cuando se va a su casa, ¿cómo logra desconectar, si puede?
—Al principio era como imposible. Cuando vas viendo el mundo que hay y cómo van las cosas, tienes un nudo en el estómago. Nadie está libre de esto y nunca se sabe. Estando protegidos en el entorno familiar, los niños pueden ir a una actividad extraescolar, a una ‘escola matinera’ y te pasa. Me gustaría referirme a la Iglesia, donde se ha realizado una investigación. Por supuesto que hay abusos en ella y se deben investigar a fondo, pero insto al Gobierno a que, ya que ha abierto esta puerta, siga en otros ámbitos en los que hay más casos. Según otras fundaciones y en base a otros estudios según el tipo de agresor, el número de casos provocados por sacerdotes es del 0,2%, que ya son muchos y esto no puede pasar. A lo mejor que se ha abierto esto, también habría que abrirlo para el 3,7% de educadores o profesores o centros de menores tutelados. Espero que después de haber estudiado esto de la Iglesia, ahora lo abran a los centros de menores de toda España. Tuvimos un caso en Granada. Se llevaban a las niñas los fines de semana a fiestas, maquilladas. Todo eso todavía debe investigarse, aunque esas investigaciones no interesa volcarlas a la opinión pública.

—¿Y en el ámbito deportivo?
—Mucho también. Hay muchos casos. Hay viajes, vestuarios....

—Si hablamos de compromiso social, no podemos mirar hacia otro lado y pensar que estos problemas no van conmigo.
—Es algo que pasa cuando digo que la gente es buena persona. Se tiene que denunciar siempre, aunque a veces no prospere. Hace poco vino una madre para decir que en un parque había un padre maltratando a un niño y hasta le grabó un vídeo. Esta madre, en un principio, no quería hablar, pero después fuimos a la Policía. Se hizo la denuncia a mi nombre y con su testimonio y pudieron investigar. Si no lo hacemos, ese niño de tres años no se podrá defender y debemos ser nosotros quienes le defendamos. Toda la sociedad le tiene que proteger.