La calle Josep Riquer Llobet va desde el Parque de la Paz hasta la avenida de la Paz. | Irene Arango

Josep Riquer Llobet en 1877 fue primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Eivissa, presidido por Edmon Wallis, por un corto periodo de tiempo. Más adelante fue alcalde; llegó a comprar el periódico La Isla para ponerlo al servicio del Partido Conservador y aquel mismo año salió elegido diputado provincial y volvió a serlo en 1888, a pesar de haberse pasado al Partido Conservador Disidente, conocido como Reformista puesto que su líder era Romero Robledo, mientras que los Tur Llaneres permanecieron fieles a Cánovas del Castillo. Al ver un futuro incierto se pasó al Partido Liberal, hecho que causó gran sorpresa a todos los ibicencos y que fue mal aceptado por liberales como Felip Curtoys. Se consagró finalmente como diputado provincial durante veinte años, muchos de los cuales fue el jefe del Partido Liberal, a pesar de que oficialmente lo era Bartomeu Vicent Ramon y Tur.

Como homenaje a su trayectoria y a su figura, una calle de Ibiza mantiene su nombre colgado los carteles de cada esquina. La vía Josep Riquer Llobet comienza en el conocido Parque de la Pau y termina en su avenida homónima, que llega a la carretera E10. Cabe destacar que es una zona que alberga mucha historia y recuerdos de los vecinos que por allí pasan.

Andrés tiene 36 años, vive cerca y trabaja en esta misma calle. De ella guarda muchos recuerdos de cuando era pequeño: «Recuerdo con mucho cariño donde está sa Bodega, que antes era parking, pues antes de eso fue un descampado donde jugábamos de pequeños». Ahora es un edificio pero «al menos es un colegio y no un edificio normal», se alegra el joven. Las infancias en esta calle, al igual que en todo el mundo, ya no son las mismas: «Ahí jugábamos con las bicis, con las pelotas y todo lo que podíamos, la verdad que la recuerdo como una época entrañable en la que pasábamos ahí mucho tiempo y ahora a mis hijas, por ejemplo, no les dejaría, pero a mí me dejaban porque eran otros tiempos también».

En la misma vía, un poco más adelante aparecen Julián (36) y Gabriela (34), quienes coinciden en generación y en recuerdos con el anterior vecino: «Esto ha sido igual toda la vida; los locales sí que es verdad que han cambiado un poquito, pero en general sigue igual. Bueno el acuario, que lo han quitado, y era súper guay porque pasaba por aquí y me quedaba mirando los peces».

Gran vida comercial

Y es que si por algo destaca esta calle, además de por desembocar en el parque de la Pau, es justamente por la cantidad de comercios que en ella hay, sobre todo de la categoría alimenticia.

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Una de las tiendas más populares es la de Arroz y Bambú, especializada en comida asiática. A ella no para de entrar gente y los clientes, al parecer, salen muy contentos de este negocio con ambiente familiar. José regenta este negocio: «La tienda lleva unos 10 años abierta. Yo llevo cuatro años y funciona fenomenal porque en verano repartimos más a hostelería y hoteles, pero también viene mucha gente, aparte de los asiáticos cada vez vienen más españoles que quieren probar y están súper contentos con la atención, sobre todo de la dependienta, porque les enseña sus recetas y los trata muy muy bien».

Al lado, hay otro pequeño comercio llamado Chicken Palace que lleva 23 años abierto. Su nombre es muy conocido entre los lugareños que no paran de entrar en busca de los platos precocinados. David es quien lo regenta: «Aunque sea una calle escondida, yo llevo toda la vida trabajando un montón. Al principio lo veíamos muy apartado del centro, pero hoy en día ya es el centro prácticamente, además es muy vecinal y una muy buena zona para montar un comercio». Él se lanza a la piscina y especula que en unos cinco años «ya empiezan a meter las grandes tiendas» que están en Bartomeu Roselló. Juan, sale con su tupper del comercio y asegura que «que haya tanto pequeño comercio está bien porque ya te conocen y los conoces y el trato es mucho más cercano».

Quien sabe del trato vecinal también es Mónica, que trabaja en el Eroski hace ya 17 años. Para ella, la calle Josep Riquer Llobet «ha cambiado mucho, pero los clientes siguen siendo los mismos», algo que para ella está muy bien porque «hay de todo como en todos lados pero la clientela es muy buena nosotras también somos muy majas, sino pregúntale a los que pasan por aquí», dice ella junto a su compañera entre risas, ratificando esa afirmación del bienestar que allí se vive. Angie sonríe escuchando la conversación, mientras termina de colocar la compra en sus bolsas y «paso por aquí para ir a trabajar y aprovecho para comprar en este supermercado; suelo comprar cositas por los comercios de alrededor y me gusta porque no es agobiante, no hay tanta gente».

Yeim también presta servicios aquí, en concreto, corta el pelo en The barber show, y asegura que tiene mucho que decir de esta calle: «Yo tengo una pelea todos los días porque la gente deja que sus perros hagan pipí y no los limpian. Luego es verdad que no es muy común, pero sí hay bastantes robos de los coches y lo sé porque vienen los clientes a preguntar si hemos visto algo o te cuentan que les han robado». Él pide que haya más actividades culturales en la plaza «para generar un poquito de fluidez a nivel local». Del resto, es todo positivo porque «dentro de todo la zona es bastante tranquila; tiene bastante potencia comercial y es muy vecinal».

Juan tiene su propio comercio de comida colombiana en las proximidades y suele acercarse para comprar «en el comercio de la esquina y los locales de comida que hay aquí», además asegura que nunca ha visto que haya pasado algo malo por la zona y la contempla como «tranquila y familiar». Al igual que a Marlena, que tiene una oficina que hace esquina y, según ella, «hace que romantice la zona porque tengo un cristal muy grande que me da unas vistas de los árboles y el paseo muy bonitas y con cualquier clima».

Como sucede en casi todos los reportajes de las calles de la capital de la isla, la mayoría de los viandantes tienen una problemática común: el aparcamiento. En este caso Eduardo, ya está más que acostumbrado y no ha tardado en tomar las riendas de la situación con otro vehículo: «Es un lugar de servicios de tiendas que esta muy bien y es tranquilo. Lo único malo a destacar es la falta de parking y que se ha encarecido el precio del aparcamiento como en toda Ibiza, lo que que limita un poco la visita a los lugares, de hecho por eso me muevo en patín cada vez que tengo que venir a esta zona».