El celador del Área de Salud Enrique Adán.

A Enrique es habitual verlo en el edificio de Consultas Externas de Can Misses ayudando a los pacientes despistados que no encuentran una consulta o indicándole cómo sacar el número de la cita. Es celador del Área de Salud casi por una casualidad cuando siguió los consejos de su médico.

¿Cómo decidió dedicarse al mundo de la sanidad?
—Trabajaba casi veinte años en el mundo de la construcción. Fue una casualidad. Era paciente de Digestivo, tenía brotes de Crohn y mi doctora, ahora jubilada, María José García, me dijo que tenía que buscar algo más tranquilo y fue la que me empujó a trabajar aquí. Bendito día. Estaba en la construcción, me gustaba, pero era muy sacrificado.

¿Qué le gusta de su profesión de celador?
—Ayudar a todo el mundo. Me gusta ser servicial. He recorrido varios servicios y ahora estoy en Consultas Externas, el sitio que más me gusta. Viene gente necesitada. Me reconforta mucho.

Algunos pacientes andan un poco perdidos por el nuevo hospital.
—Han puesto un sistema de tickets para las consultas, que está muy bien para una persona que sepa, pero muchos se pierden, voy a la consulta y aviso que es una persona mayor para que lo llamen por su nombre y facilitar al paciente que lo tenga mejor.

También tiene ideas para mejorar la accesibilidad de los pacientes que acuden a las extracciones y evitar el apelotona miento.
—Es para el concurso de la Unidad de Seguridad del Paciente, fue iniciativa de una compañera de Oncología para cambiar el sistema de extracción de sangre que es un poco caótico y en breve empezaremos con tickets que es mucho mejor. También he aportado un par de ideas que se han puesto en marcha.

¿Cuál es su mejor momento profesional?
—Tengo unos cuantos. Un par de nacimientos en Paritorio y cesáreas en el Quirófano. Es muy gratificante. También, a diario, en las consultas cuando ayudas a una persona con una muleta que viene sola, acompañarla a Rayos y que te lo agradezca. Eso es muy reconfortante.

También habrá tenido experiencias negativas.
—Sí, bastantes. La que más me marcó fue trabajando en el antiguo centro de salud de Sant Antoni. Llevaron a un niño, de ocho años, que se había quemado jugando con un mechero. El helicóptero se inmovilizó para trasladarlo a Valencia. A la media hora llegaron los chicos de las ambulancias y nos dijeron que había fallecido. Estuve dos semanas bastante mal acordándome del niño. Fue una mala experiencia. También me acuerdo de una chica de 19 años que falleció por sobredosis de éxtasis en el antiguo hospital.

¿No ha pensado estudiar auxiliar de enfermería?
—No, quiero hacer Enfermería. En septiembre voy a hacer el acceso a Enfermería, a ver si hay suerte. Tengo 41 años, son cuatro de estudios y si todo va bien puedo dar 20 años como enfermero; el trabajo de celador se me queda un poco pequeño. Me lo planteé hace dos años pero tenía 39 años y no podía hacer el examen de acceso. Voy a hacer el acceso, a pelear por ello. Estudiaría Medicina si pudiera retroceder veinte años.

Aún está a tiempo para estudiar Medicina.
—No, ¿de residente con 50 años? No pasa nada, hace poco había un señor de 53 años haciendo prácticas de Enfermería y ha sido un empuje para mí. Si este hombre puede, yo también.

Ha comentado antes que ha pasado por varios servicios sanitarios. ¿Recuerda alguna anécdota?
—Tengo unas cuantas. En Consultas Externas es donde más gente veo, hablas, interactuas y tengo muchas experiencias buenas. Recuerdo hace poco a un señor de 86 años que venía solo para una cita con Anestesia; le ayudé a sacar el ticket y me fui con el a la consulta de Anestesia para avisar a un compañero de que no leía bien para que lo llamaran por su nombre. Tenía cita a las 12,15 horas y a las 14,30 va a buscarme porque no le habían llamado. Llamé por mi cuenta al anestesista de guardia y le atendió. El señor estaba muy agradecido, me dio un abrazo y me quiso dar 50 euros.

¿Es consciente de que como enfermero no va a vivir las mismas situaciones que como celador?
—Lo sé, pero como enfermero voy a interactuar con la gente lo mejor que pueda.

¿Qué le dicen sus compañeros de que quiera cambiar de profesión?
—Que sería bueno. Me encanta ser celador, pero también la enfermería. A los diez años me diagnosticaron la enfermedad de Crohn, he estado ingresado, me operaron varias veces y a lo mejor le he cogido el gusto al hospital.

¿Cómo recuerda su primer día de trabajo de celador?
—Fue un 23 de septiembre en Urgencias. Llevé a una chica a Paritorio y otro a Rayos. Ahí vi que era lo mío. Hablaba con los pacientes para hacer más amena la espera o le preguntaba por su patología para que se sienta apoyado y escuchado.

¿No le supone un coste emocional su implicación en el trabajo?
—Hay días que sí, pero no me importa. Antes me llevaba los problemas a casa, pero he aprendido, quizá por la edad, dejar lo negativo en el trabajo. Para mi es muy gratificante trabajar en la sanidad y no lo cambio por nada, ni lo bueno ni lo malo.