El procesado recibió a la víctima en el Centro de Salud de Formentera.

La Fiscalía llegó a esta conclusión tras una vista que duró seis horas. En sus conclusiones, la representante del ministerio público indicó que «en ningún momento se pudo evitar la muerte de la paciente» por lo que «su fallecimiento no es imputable» al procesado, F.J.G.R., ginecólogo de Can Misses y del entonces Insalud en Formentera.

Tras la conclusión de la representante fiscal se encontraban algunos de los testimonios oídos en el juicio, que relataron como hay carcinomas (los llamados inflamatorios) que son muy agresivos y que no ofrecen muestras de su actividad en los análisis hasta que se encuentran en fase terminal. Así lo indicó una forense que, de todos modos, objetó que no podía concluir si fue ese cáncer el que acabó costándole la vida a la vecina de Formentera.

La defensa del ginecólogo estableció su estrategia sobre esta idea. Es decir, que aunque se hubiera diagnosticado el cáncer anteriormente tampoco podría haberse hecho nada por la vida de la mujer, que estaba casada y con dos hijos en el momento de su fallecimiento, descartando en todo momento que la muerte se debiera a la actuación del ginecólogo. Mientras, la acusación solicitó cuatro años de cárcel para el encausado e intentó demostrar que no podía hablarse a ciencia cierta de un carcinoma mamario inflamatorio y que la actitud de F.J.G.R. constituyó «una negligencia médica y una acción u omisión voluntaria cuando tras atender a la paciente varias veces optó por la no práctica de las pruebas que la mujer solicitaba».

Los hechos se remontan al año 1997, cuando la mujer, entonces de 36 años de edad, se sometió a una revisión médica por unas molestias en su pecho izquierdo. En esta visita, el médico estableció que presentaba «una tumoración dolorosa al tacto», recomendando, como prevención, que se priorizara una consulta con un especialista en ginecología. La doctora correspondiente ordenó el 17 de octubre de aquel año que se la sometiera a una mamografía y una ecografía, que resultaron negativas. Al ir a recoger estas pruebas, la víctima se encontró por primera vez con el acusado, que, según el testimonio de este último, se limitó tan sólo a entregárselas.

A partir de este momento, las versiones ofrecidas por el médico se enfrentan abiertamente a las declaradas por el marido de la víctima, quien asegura que su mujer insistió en las dolencias de su pecho ante la negativa del doctor a comprobarlas, acto que llevó a cabo a la cuarta visita, según el escrito de acusación, y a solicitar una nueva mamografía y otra ecografía pasados ocho meses después de las primeras pruebas. Según F.J.G.R., la paciente no habló sobre su pecho hasta esa cuarta visita, momento en el que se la exploró. «No observé tumoración y di por zanjado el episodio», dijo, para añadir que lo que intentó fue tranquilizarla, «que no se obsesionara con el tema», que todo era «psicológico». La víctima había sufrido a los 18 años de edad la extirpación de un tumor benigno.

Era el primero de junio de 1998 y F.J.G.R. no volvió a ver a la paciente. El día 1 de septiembre, otro ginecólogo le hizo un diagnóstico probable del cáncer que le costó la vida y que obligó a trasladarla urgentemente al hospital Clínic de Barcelona, sin que finalmente se pudiera hacer nada por su vida. Este mismo ginecólogo alegó en el juicio que si se quería «hacer creer que los médicos son omniscentes y omnipotentes no es así».