«Cada vez que me encuentro con ella tengo que salir corriendo. Me divorcié porque me enteré que estaba dedicándose a la prostitución, pero yo jamás la he agredido». Así se expresó ayer un residente peruano que se enfrenta a nueve meses de prisión y que fue detenido el día 15 en un club de alterne de ses Figueretes, después de que se diera aviso a la policía. Sobre el sospechoso pesaba entonces una orden judicial de prohibición que le impedía acercarse a su ex pareja, una mujer brasileña que estaba trabajando en este local.
Según la defensa, todas las denuncias que se presentan contra dicha persona vienen motivadas porque éste, con tarjeta de residente comunitaria, no se aviene a los sobornos que le ofrecen para que contribuya a la regularización de su ex pareja, una mujer de nacionalidad brasileña que, supuestamente, está pendiente de expulsión. «He rechazado un soborno de 3.000 euros y, por eso, me encuentro en esta situación», afirmó el acusado.
En el club
«Me voy cada vez que la veo. El otro día me ocurrió en la playa y luego en la feria medieval, donde se quedó mirando en actitud desafiante. En el club, no dio a tiempo a nada. Me iba cuando llegó la policía», añadió.
El incidente que motivó su detención tuvo lugar cuando el acusado había estado tomando copa y, ya muy borracho, decidió entrar en el club del que supuestamente era cliente. La encargada del establecimiento le avisó de que su mujer estaba dentro. Según la denunciante el acusado llegó a salir pero regresó, momento en el que ya se había requerido la presencia de la policía. «Yo creía que estaba trabajando en otro club. Y ahora resulta que estaba en éste. No sabía nada. Sólo fui a tomar una copa», concluyó el residente denunciado.
La velada del día 15 acabó aún peor para el sospechoso. Según el atestado de Comisaría, el sospechoso no sólo insultó a los agente que lo apresaron sino también amenazó de muerte a un policía destacado en los calabozos.
Por estos hechos, el fiscal también pidió que dicho individuo hiciera frente a sendas multas por faltas de desconsideración a la autoridad y amenazas. «Reconozco que les llamé hijos de puta y que les dije que el calabozo en el que me metían (una dependencia sin ventanas, según su testimonio) era para etarras y no para mí», señaló.