Los edificios bombardeados albergan el fantasma de la guerra.

Su identidad, por razones obvias, ha de permanecer en secreto. A pesar de que es muy joven, es uno de los principales responsables de la lucha contra el narcotráfico en la isla, miembro de la Guardia Civil, y ha pasado este invierno de misión en Bosnia-Herzegovina, un país muy especial que este año cumple 15 años de paz después de sufrir la guerra más cruel que se ha vivido en Europa desde 1945. En concreto, ha pasado varios meses en el tristemente famoso aeropuerto de Sarajevo. Allí durante la guerra los francotiradores serbios mataron a unas 800 personas que intentaban salir del país.

«Por mi experiencia puedo decir que aquello está relativamente tranquilo, pacificado. Están intentando entrar en la Unión Europea y entonces, claro, la cosa está tranquila». Es un país complejo que tiene tres gobiernos. Son tres zonas autónomas: la federación musulmana, es decir, la federación de Bosnia-Herzegovina, que es la parte donde viven musulmanes y croatas, la República Srpska, zona serbia, y la ciudad autónoma de Brcko, donde conviven los tres grupos. Sarajevo es la capital y allí están los tres gobiernos. Éste es rotatorio, hay elecciones democráticas y cada grupo tiene sus partidos, pero, a pesar de esta complejidad «la vida es tranquila» en el país.

La guerra duró más de tres años, del 92 al 95. Murieron 200.000 personas, según las cifras oficiales, y casi un millón y medio de personas huyeron del país, muchos con el estatus de exiliados y la mayoría como simples exiliados. La masacre que se produjo en la cuidad bosnia de Srebrenica fue uno de los episodios más vergonzosos de las guerras de Yugoslavia. El Ejército de la República Srpska, bajo el mando del general serbio Ratko Mladic, aún en busca y captura, asesinó a 8.000 musulmanes en unos pocos días de julio de 1995 ante las mismas narices de 400 soldados holandeses de la ONU de Koffi Annan, que no hizo absolutamente nada por impedirlo, como el propio Annan reconoció.

El recuerdo de la guerra

El dolor permanece latente en las personas y en la ciudades aún quedan muchos recuerdos de la guerra. «Claro que todavía se ve la guerra, hay muchos edificios que están sin reparar. Y se ven muchísimos cementerios, vas andando por la calle y te los vas encontrando».

En Sarajevo, la Guardia Civil, como cuerpo militar que es, forma parte de la misión internacional Eufor Althea. «Allí tenemos dos misiones abiertas. Está la parte estrictamente militar, que es de supervisión y control, y luego la parte policial. Nosotros estamos, como cuerpo militar, en las dos misiones. Por un lado, la policía militar en el contingente europeo de militares y de la OTAN, y también un grupo de reserva que cumple funciones policiales. Yo estaba integrado en la compañía encargada de asistir y supervisar a todos los militares en Bosnia en todos los problemas que pudieran surgir, desde los delitos que puedan cometer ellos o contra ellos hasta accidentes de tráfico. Es decir, función policial con militares. Y después, yo en concreto, estaba en el aeropuerto. Allí asistíamos a los militares de la OTAN».

La mayor parte de la población es bosnia, el 44%, es decir, musulmanes, mientras que el 31,7% son serbios y el 17,3%, croatas, ortodoxos y católicos, respectivamente. Las diferencias culturales son importantes, con la religión y el idioma como principales elementos diferenciadores, factores que los políticos de turno han utilizado para servir a sus intereses personales o de grupo y desde la desintegración de Yugoslavia prácticamente no hay contacto entre las comunidades. Pero otras características les igualan. «En el tiempo que estuve allí pude observar que el principal problema que tienen es la corrupción. A todos los niveles y en todos los grupos. Además el país es una de la rutas del tráfico de heroína, que viene desde Turquía y antes de Afganistán. Ésta es una de las rutas de entrada; y luego también el tráfico de armas. Allí quedan muchas armas de la guerra, todo el mundo tiene armas en casa, y hay un mercado negro importante».

A juicio de este hombre, ahora ya de regreso en la isla, la misión en el país resulta útil. «Creo que allí se ha hecho y se sigue haciendo un buen trabajo. Pero es muy difícil de valorar. Lo que sí que puedo decir es que el trabajo que hace la Guardia Civil en el país es importante y así es reconocido, tanto por la gente de la OTAN como por el propio ciudadano. En Bosnia a la Guardia Civil se le quiere. A los españoles, por lo general se nos quiere, caemos bien».

Un responsable de la lucha contra la droga en Eivissa en la ex Yugoslavia

El protagonista de este reportaje, miembro del Equipo de Delincuencia Organizada y Antidroga (EDOA) de la Guardia Civil, es uno de los principales responsables de la lucha contra el tráfico de drogas en Eivissa.

Su trabajo no es de temporada, pero en verano tiene mucha más faena, así que este invierno se ha permitido cambiar de aires y lo ha pasado en Bosnia-Herzegovina, en concreto en el aeropuerto de Sarajevo, de infame recuerdo.