En los últimos tres años el municipio de Sant Joan de Labritja ha sufrido los tres incendios forestales más graves de Balears. En 2009 ocurrió en Punta Xarraca. Unos años antes, en 2005, Morna ardió durante seis días. El incendio del año pasado pasó a la historia no solo por las 350 hectáreas de bosque que arrasó, sino por lo que podría haber pasado y no pasó. Estallaron unos 30 coches y más de mil personas quedaron cercadas por las llamas en la cala de Benirràs. Este año, y aún es mayo, el fuego ha surgido en Morna, pero aún no se sabe dónde acabará. Las hectáreas quemadas no se cuentan por centenares sino por miles.
Con tal cantidad de grandes incendios forestales año tras año, cabe preguntarse por qué, independientemente de las causas. Ayer por la mañana, ante el planteamiento de esta cuestión, el presidente en funciones del Consell d'Eivissa, Xico Tarrés, lo zanjó con un encogimiento de hombros, tal vez apremiado por las urgencias más importantes del momento. Sin embargo, los payeses de las zonas desalojadas sí reaccionan ante la pregunta y todos coinciden en que el problema es el abandono del bosque. Antes, recuerdan, los caminos se limpiaban porque había que caminar por ellos. Los pinos se cortaban para hacer las sendas practicables o para obtener combustible para las sitges. Los bancales se mantenían limpios, etcétera.
«Ahora todo está muy tupido... No se te ocurra subir por ese camino, es muy peligroso, está muy cerrado, es una mecha, una selva, cuidado porque el fuego es muy traicionero». Así advierten los moradores de la zona de Portinatx. En este momento las urgencias son otras, pero el alcalde de Sant Joan, Antoni Marí Marí Carraca, tiene claro al igual que sus paisanos que la solución pasa por «la recuperación del medio rural». Como suele decirse, los incendios se apagan en invierno.
Nuestros políticos no se toman en serio el problema. Las administraciones se superponen y diluyen la responsabilidad. La prueba es que, un año después, no han previsto nada para evitar un nuevo incendio como el de Benirràs, es decir, con centenares de coches aparcados bajo los pinos del verano de una playa.