Las llamas rodeaban el núcleo urbano de Sant Joan de Labritja a primera hora de la noche de ayer.

Conforme entraba la noche de ayer, muchos vecinos del núcleo urbano de Sant Joan permanecían en la calle mirando a las llamas que rodeaban al pueblo tratando de averiguar a qué hora les llegaría el desalojo de sus viviendas. Una densa nube de humo blanco desdibujaba la iglesia y las viviendas que conforman el centro del pueblo haciendo cada vez más dificultosa la respiración y en ocasiones, también la visión.
Minutos antes, un auténtico desfile de vehículos de emergencias bajaron desde la carretera de Sant Joan, los cargos habían decidido trasladar el Punto de Mando Avanzado (PMA) desde el antiguo cementerio de Sant Joan, donde estaba ubicado, hasta carretera de Sant Joan, a la altura del restaurante Can Curuné. «Teníamos llamas por todos los lados y nos hemos tenido que ir de allí», explicaba después, desde la nueva ubicación, el conseller en funciones de Medi Ambient de Eivissa, Albert Prats.
«Ahora veo el fuego más descontrolado que nunca, van rachas de viento y está complicado. Lo que siento es angustia, impotencia y mucha tristeza. En cualquier momento nos dirán de irnos, me imagino que más por el humo que por el fuego», reflexionaba en voz alta una vecina del núcleo urbano de Sant Joan que no iba muy desencaminada, pues dos autobuses hacían guardia al inicio del pueblo pendientes de una orden de desalojo que se pudiese producir en cualquie momento, ya fuese del pueblo de Sant Joan, o de Portinatx.
«El desalojo es inminente», decía el conductor de uno de los autobuses que hacía guardia ya entrada la noche en Sant Joan. «No hay más que ver lo cerca que está el fuego y la cantidad de humo que tenemos encima. Hay varios frentes y encima el viento no juega a nuestro favor», añadía.
«No sabemos nada, estamos preparados por si nos dicen algo, lo mismo aquí que en Portinatx. La cosa pinta muy fea, se nos viene la noche encima y cada vez hay más humo», reflexionaba el otro conductor de autobuses.
Algunos de los vecinos, como Julián Martínez, que pese a que trabaja en el pueblo de Sant Joan tiene su vivenda en Portinatx, ya habían vivido a esas horas el desalojo en sus carnes. «Mi casa está al lado del hotel 'Paradise' y esta mañana, a primera hora nos han dicho que nos teníamos que marchar de allí. Llevo todo el día trabajando y cuando acabe aquí no sé lo que haré», confesaba Julián, quien añadía que «de todos modos estamos pendientes de lo que pueda pasar aquí, puede que nos desalojen en cualquier momento».