• Los recuerdos marcan, y marcan para toda la vida. El sábado lo volví a revivir. El incendio de Cas Mut, hace unas dos décadas, cuando yo aún no había superado mi fase de adolescencia, me marcó. Me tocó de cerca y quedó en mí la huella. Tengo la imagen de aquella fatídica tarde en la que una llama arrasaba de forma voraz toda una zona forestal, que por aquel entonces la llamabas simplemente bosque frondoso.
  • La urgencia de soltar los animales que siempre habías visto como las mascotas de tu abuela y las prisas de vaciar los armarios sin reparar en lo que uno se llevaba o dejaba. En aquella época todo se enfocaba a ser la candidata en contar la mejor historia del colegio. Era una gran aventura.
  • El sábado, al pisar el terreno pantanoso que había sido pasto de las llamas volvi a revivir de nuevo todo aquello con una nueva perspectiva. Sin embargo, los nervios, la impotencia y la resignación seguían siendo los mismos. De la mano de Pep y Paquita, dos de los afectados, y gracias a quien me llevó a ellos, volví a revivir el incendio de CasMut.
  • Reviví de nuevo la angustia de ser débil ante la soberana naturaleza. Reviví que, pasadas cerca de dos décadas y viviendo en una sociedad donde los avances tecnológicos dominan el mundo, nadie puede prever estas devastadoras situaciones. Fui consciente que nadie, absolutamente nadie, es dueño de nada.