Todo conductor aprende tras su paso por la autoescuela que la norma es reducir la velocidad cuando se encuentra con un semáforo en ámbar en espera, si la luz está fija y no intermitente, de detener inmediatamente su vehículo cuando el disco cambia en rojo. El conductor veterano, sin embargo, termina interpretando de otra manera esta regla y suele pisar el acelerador cuando detecta el color naranja con la premisa de que si frena hay muchas papeletas de que cualquier coche que venga por detrás suyo, y no respete la distancia de seguridad, termine colisionando por detrás con él.

Avenida de la Paz. Pero lamentablemente este ‘sentido común’ puede conllevar algún día un hecho más que desgraciado, especialmente en los semáforos de la Avenida de la Paz.

Peatones. El peligro es evidente en esta carretera exterior del primer cinturón de Eivissa desde que se colocaron pasos cebras regulados por semáforo, ante el poco éxito de los pasos elevados y la creación de nuevas explanadas de aparcamiento. Dicha medida fue pensada para las personas que cada día ponían en peligro cruzando (como aún ocurre) la calzada y por la mayor afluencia de personas que transitaban entre el barrio de Can Misses y el núcleo urbano que se considera ya Vila.

Acelerones. El peligro es evidente en esta carretera exterior del primer cinturón de Eivissa. La razón es muy simple: conductores que vieron el disco en ámbar y dieron el consiguiente acelerón. No llegaron a tiempo, el semáforo se puso en rojo y los peatones comenzaron a cruzar bajo la falsa creencia de que iban a poder hacerlo con total seguridad. Sólo el sexto sentido de los peatones ha evitado, hasta ahora, un desenlace fatal.

Creencias. Y el riesgo es todavía aún mayor, sin querer ser irreverentes, para los creyentes de la popular bienaventuranza. Ya saben, esa que dice que bienaventurados los que creen en los pasos cebras porque ellos verán a Dios.