La socorrista, ayer, posa en el lugar del accidente con el pequeño al que salvó la vida. g Fotos: DANEL ESPINOSA

«Me disponía a ir a la sala a por agua cuando vi que el niño estaba flotando boca abajo en la piscina, así que me lancé al agua y vi que tenía toda la cara llena de espuma, parecía que estaba muerto», recordó ayer la mallorquina Sonia Zanoguera, socorrista del hotel Montemar de Cala Llonga.

«Lo saqué del agua y comencé con la maniobras [de reanimación], tracción mandibular para proporcionarle ventilación, dos insuflaciones de rescate y las quince compresiones, de forma que comenzó a vomitar agua», explicó la socorrista, de 28 años.

«Pero seguía inconsciente», rememoró Zanoguera. «Volví de nuevo con las insuflaciones de rescate, esta vez con 30 compresiones, y vomitó más agua aún». Pero el niño, un irlandés de once años de edad, seguía sin reaccionar.


Más compresiones

A la tercera fue la vencida, y después de otras 30 compresiones, vomitó más agua y el niño comenzó a moverse, explicó la joven socorrista con orgullo. «Expulsó entre dos y tres litros de agua», calculó Zanoguera, que a partir de ese momento consiguió ya estabilizar al pequeño hasta que llegó el equipo médico de una UVI móvil del servicio del 061, que lo trasladó a Can Misses.

Todo esto ocurrió sobre las doce y media del mediodía del sábado. El pequeño recibió el alta ayer a las tres de la tarde. El niño está perfectamente, no le ha quedado ningún tipo de secuela, lo cual no suele ser habitual en procesos de ahogamiento tan avanzados en piscinas, ya que el agua clorada suele causar daños importantes en el organismo. Es probable que el hecho de que la socorrista lograra que el pequeño vomitara tal cantidad de agua le salvó de sufrir secuelas.

«A mí no se me muere nadie», zanjó, orgullosa, Sonia Zanoguera, que lleva tres años trabajando de socorrista, dos en Mallorca y uno en Eivissa.