Amin Seikh tiene 34 años, es taxista en Bombay, y escritor del libro La vida es la vida, soy gracias a ti, editado en cinco idiomas, con más de 8.000 ejemplares vendidos en todo el mundo y presentado ayer por la noche en la Librería Hipérbole de Eivissa. Con él, además de contar su historia, busca recaudar fondos para montar una cafetería-biblioteca, Bombay to Barcelona, en la capital de la India que ayude a los niños a salir de la pobreza.

No en vano, Amin hace prácticamente tres décadas fue un niño que, junto a su hermana Sabira, pasó tres años subsistiendo en las peores condiciones inimaginables en una estación ferroviaria de su ciudad natal hasta que fue rescatado por la hermana Seraphine y llevado a la casa de acogida Snehasadan. «Nosotros vivíamos en un barrio de chabolas hasta que con cinco años decidí escaparme de mi casa en busca de un mundo mejor que nunca llegó», aseguró ayer Amin a este periódico, sin perder la sonrisa, y mientras confirmaba que al poco tiempo se le unió su hermana, Sabira, también huída del hogar familiar. Juntos, y él con cinco años, vio cómo le robaban y como abusaban sexualmente de ella y la secuestraban para prostituirla junto a cientos de niñas en el barrio rojo.

Una vida repetida

Desgraciadamente, esto no difiere mucho de lo que viven miles de niños en la India, escapando de palizas constantes, horas de trabajo sin control ni sueldo digno o matrimonios forzosos con hombres de mayor edad y a los que ni siquiera conocen. Por todo ello, Amin Seikh viendo su situación actual se considera «un ejemplo de esperanza» para millones de niños de todos los rincones del mundo casi olvidados. «Sobreviví mendigando, robando o hurgando en los basureros, comía cuando se podía y dormía en el suelo, y por ello siempre les digo a los niños de los países del Primer Mundo que valoren y que sepan disfrutar con todo lo que tienen a su alcance porque son unos auténticos privilegiados».

En este sentido, su esperanza llegó cuando con ocho años aceptó la oferta de la hermana Seraphine para instalarse en un orfanato y refugiarse junto a su hermana de los captores de los que ésta había escapado. «Aquellas instalaciones fueron para mi y para Sabira el paraiío porque nos salvaron de morir en las calles, víctimas de las drogas, las enfermedades o por una pelea entre facciones, como otros muchos niños de mi país», explica mientras sonrie recordando aquellos tiempos.

El proyecto

El ejemplo de esta monja es el que ahora, casi treinta años después, Amin intenta seguir en su campaña para ayudar a todos aquellos adolescentes indios que con 18, 19 o 20 años salen de los orfanatos sin nada con lo que ganarse la vida.

Así, lleva tiempo intentando poner en marcha una cafetería biblioteca en Bombay donde dar empleo a estos jóvenes, siempre con un salario digno, y permitiendo que hagan los trabajos que ellos quieran. «Yo tuve mucha suerte porque me salvaron pero la mayoría de los niños de mi país no, y por eso, ahora quiero poner en marcha un lugar en el que los niños puedan tener el mejor batido, el mejor pastel o la mejor galleta y que además sirva para que los adolescentes se formen, escojan las labores que quieren hacer y se desarrollen como personas saliendo de la pobreza», resume.

Sin embargo, la tarea no es fácil. Primero por la financiación, algo que está intentando superar con la venta de su libro y las donaciones privadas, y luego por la mentalidad de los jóvenes indios. «Por un lado vamos bien, ya que tenemos recaudado en torno a un 40% de lo necesario, pero por el otro los pasos son muy lentos porque los jovenes de Bombay han sufrido tanto que ya no confían en nadie», explica.

Aún así, Amin Seikh no se da por vencido. «Siento que debo algo a la vida y a todos los niños que sufren como yo lo hice y por eso no me daré por vencido y pondré en marcha esa cafetería», asegura con firmeza.