La presidenta del Govern, Francina Armengol, cerró el debate sobre política general con un nuevo anuncio sobre el Régimen Especial de Baleares (REB): el Gobierno se ha comprometido a destinar una partida específica de inversiones para Baleares para incorporar el llamado factor de insularidad del REB. Los fondos figurarán en los próximos Presupuestos Generales del Estado. El compromiso tiene un carácter genérico, ya que se desconoce el importe y destino, algo que ha de negociarse en una comisión bilateral. Además, PSOE y Unidas Podemos no suman mayoría absoluta en el Congreso, lo que les obliga a negociar con los separatistas y otras formaciones regionalistas su aprobación. Es un nuevo paso sin consecuencias prácticas, más allá de servir para vislumbrar un cambio en el Ejecutivo de Pedro Sánchez y neutralizar muchas de las críticas al Govern por su pasividad antes los incumplimientos del Estado con las Islas.

Debate centralista y desviado.
A excepción del anuncio de Armengol, las dos jornadas del debate apenas han aportado novedades sustanciales, especialmente en relación a Ibiza y Formentera, islas que han tenido un papel testimonial, salvo la intervención del nuevo diputado de Formentera. Lo peor es que los grandes retos de futuro de Baleares apenas fueros esbozados desde la tribuna de oradores –reto demográfico, digitalización de la economía, el acceso a la vivienda, el agua y el modelo energético –; otra oportunidad perdida que devalúa un foro como el Parlament.

El Govern, dividido.
De manera irremediable el electoralismo sigue marcando el análisis de los grupos políticos, aunque todavía queden dos años para las votaciones, si no hay adelanto. Fue significativa la dureza de algunas intervenciones de las formaciones que conforman el Govern, Més per Mallorca y Unidas Podemos. La asintonía es más formal que de fondo y responde al objetivo de dibujar un espacio propio ante los respectivos electorados y marcar distancias para evitar ser fagocitado por el PSOE y el hiperliderazgo de Francina Armengol.