Durante los últimos días hemos conocido la historia protagonizada por Ángel Ruiz Valdepeñas, un médico que ejerce en Formentera y que durante estos dos años de pandemia ha participado activamente en las protestas negacionistas. Desgraciadamente, Ruiz asistió al parto en una casa de Santa Eulària y el bebé tuvo que ser trasladado de urgencia a Son Espases, donde se encuentra en estado crítico.

El caso de Ruiz.

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Se supone que un médico cree en la ciencia, que tiene que defenderla tras haber estudiado la carrera de Medicina, y sobre todo debe ejercer su profesión con responsabilidad. No parece que esta haya sido la ‘hoja de ruta’ de Ruiz Valdepeñas, que se ha puesto del lado de todos aquellos que cuestionan las medidas que se han adoptado para frenar los efectos de la pandemia, desde el uso de mascarillas a la distancia social. Solo por solidaridad con la mayoría de ciudadanos que sí han cumplido las normas que se han impuesto en todo el mundo, Ruiz Valdepeñas tendría que haber acatado y respetado las decisiones sanitarias.

Inhabilitación.

Pero el médico de Formentera no solo no ha querido cumplir las normas sanitarias que han adoptado la mayoría de ciudadanos del mundo. También ha incumplido la inhabilitación impuesta por el Colegio de Médicos, que sancionó al facultativo con seis años de inhabilitación. A pesar de ello, Ruiz asistió a un parto y el recién nacido se encuentra en estado crítico en el hospital de Son Espases. Sería injusto atribuir a Ruiz la situación médica del bebé, pero cabe preguntarse si es lógico y habitual que un médico inhabilitado por el máximo órgano que regula la actividad de estos profesionales presuma además de asistir a unos diez partos en domicilios cada año. Ruiz Valdepeñas tiene todo el derecho a defender sus ideas, pero él no es un ciudadano cualquiera. Su actividad profesional le obliga a ejercerla con profesionalidad y sentido común. Y hoy por hoy ser médico y negacionista es totalmente incompatible.