El Parlament de les Illes Balears tiene desde ayer un nuevo president, Maximilià Morales, que llega al cargo de una forma un tanto rocambolesca, tras la dimisión de su brevísimo predecesor en el cargo, el socialista Antonio Diéguez, que ha permanecido en él durante apenas unas semanas. Se da además la circunstancia de que Morales no salió elegido parlamentario en las elecciones del pasado 13 de junio, aunque la renuncia de su compañero Antoni Pascual ha propiciado su entrada en el hemiciclo. Pero eso es ya lo de menos. Lo importante es lo que tiene por delante: cuatro años de trabajo para consolidar una institución bien asentada que, pese a ello, y según reconoció él mismo en su discurso, tiene aún asignaturas pendientes. Y algunas, muy importantes.

De la retahíla de intenciones y objetivos que desgranó Morales en su parlamento, quizá la más importante sea ésta: su idea de reforzar la identidad propia de cada una de las islas que componen este archipiélago. Morales recordó "demasiadas personas lo olvidan a menudo" que la historia de cada una de las islas ha dado origen a pueblos de identidad diversa y que eso mismo ha propiciado en ocasiones susceptibilidades y recelos. Y señaló como uno de los ejes cardinales de la legislatura que ahora comienza la potenciación máxima de las instituciones que representan a las islas: los Consells. El carácter mallorquinista del nuevo presidente no es, pues, óbice para que acoja como propios los intereses de ibicencos, formenterenses y menorquines, a quienes nos anima desde su cargo a realizar un esfuerzo serio para reforzar los lazos de hermandad y entendimiento. Su receta: potenciar aquello que nos une y tratar de forma inteligente y ponderada aquello que nos separa. Palabras, ciertamente acertadas, que constituyen uno de los retos del pacto nacionalista-progresista: lograr el necesario traspaso de competencias a los Consells y, a la vez, no romper la unidad de la Comunitat Autònoma.