Como es ya tradicional, hoy se celebra la Fiesta del Trabajo, un día que, históricamente, ha tenido un carácter reivindicativo para sindicatos y trabajadores, aunque bien es cierto que en los últimos años, los segundos muestran más interés por disfrutar de un día en el campo y la playa que en participar en manifestaciones. No hay que olvidar el bajísimo índice de afiliación sindical, que se traduce en mítines a los que sólo acuden los liberados, es decir, aquellos trabajadores que exonerados de toda función en sus empresas se dedican sólo a actividades de los sindicales.

Este año, UGT y CC OO concurrirán juntos en 61 manifestaciones en todo el Estado, pero las diferencias son evidentes, aunque sus respectivos secretarios generales hayan querido quitarle hierro al asunto. El escollo principal es el pacto de pensiones que suscribió Comisiones Obreras con el Gobierno, que ha aprovechado la brecha para lanzar dardos envenenados contra UGT, acusando al sindicato de estar a las órdenes del PSOE. Además, UGT se ha empeñado en la posible convocatoria de una huelga general que se intuye, como poco, como incierta. Realmente, lo que sería positivo para los trabajadores sería la unidad de acción, lo que posibilitaría el éxito de algunas de las reivindicaciones que se plantean en las mesas de negociación. Sin embargo, también es verdad que hay quien puede apreciar un cierto atisbo de distanciamiento, de falta de conexión con aquellos a los que representan. Posiblenente esté en crisis el modelo sindical que exige una sociedad que poco tiene que ver con la de los primeros años de la transicion.

Sea como sea, el día de hoy, con toda su carga histórica, debiera recuperar ese espíritu de reivindicación. Naturalmente siempre con los pies en el suelo y con la suficiente dosis de realismo para evitar situaciones en las que todos sean perdedores, trabajadores y empresarios. Se trata de darle al 1 de Mayo el justo valor que debe tener y, en eso, gran parte de la responsabilidad corresponde a las centrales sindicales.