Como venían diciendo desde hace meses las autoridades policiales de nuestro país, ETA está en su peor momento, pero eso no significa -por desgracia hemos vuelto a comprobarlo nuevamente- que carezca de capacidad operativa, de dinero y de locos dispuestos a atentar en cualquier momento y en cualquier lugar.

Esta vez Madrid fue el lugar elegido, en unas fechas en las que un atentado brutal como el que pensaban cometer supondría para el común de los españoles un fortísimo golpe. Por fortuna, la eficacia de dos agentes de la Guardia Civil ha conseguido abortar esa intentona, aunque a costa de la vida de uno de ellos.

A pesar de la desgracia, de la pérdida de esa vida humana de 27 años, debemos felicitarnos por su actuación, que ha evitado quizás una pérdida aún más grande. No hay que bajar la guardia. Los enormes éxitos policiales de los últimos tiempos han conseguido debilitar a la banda; sus máximos dirigentes y sus activistas más veteranos están en la cárcel. Pero siempre habrá gente como ese etarra ahora herido, que no contento con su sentencia a cinco años de prisión por colaboración con banda armada, siguió empecinado en seguir causando dolor y muerte a su paso. O ese otro, ya detenido, que pasó trece años de su vida en prisión por sus actividades delictivas y que ahora volverá a dar con sus huesos en la cárcel, seguramente por mucho más tiempo.

Así las cosas, vuelve a confirmarse que el peligro está ahí, latente, lo que debe dar a nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad nuevos bríos para combatir esa lacra que en lo que va de año se ha llevado por delante cinco vidas humanas y acecha a cada momento para seguir por ese camino criminal.