No hubo sorpresas. Ni una fuga. El Partido Popular en bloque se alineó anoche con las tesis que defiende desde hace semanas a capa y espada su líder, José María Aznar. La estratagema de la oposición para posibilitar que algún diputado conservador votara en conciencia un «No a la guerra» en dos proposiciones no de ley más simbólicas que otra cosa resultó fallida.

Era previsible. No porque en el PP todos y cada uno de los diputados estén realmente adheridos a esas ideas, sino porque la política es así y en nuestro país el sistema refuerza a los partidos y a sus 'aparatos' frente a las personas que los componen. El PP se empleó a fondo para lograr el objetivo de la unanimidad y no sólo consiguió el respaldo masivo de todos sus diputados, en votación secreta, sino que incluso logró que un diputado de la oposición se alineara con el PP en el rechazo a la resolución presentada por el resto de partidos. ¿Un despiste? ¿Un apoyo a la política del PP?

El Congreso de los Diputados no es la Cámara de los Comunes. Ha quedado demostrado que en el sistema electoral español -listas cerradas- la disidencia es casi impensable y lo que se impone es la disciplina de partido. Un desliz en una cuestión de esta trascendencia hubiera dejado en una situación delicadísima al presidente de un Gobierno que tiene a toda la oposición y a una aplastante mayoría de la opinión pública enfrente.

Ocurrió, pues, lo que era de esperar. Aunque se dice que hay destacados miembros del PP en el Parlamento que han lanzado críticas furibundas contra la actitud inamovible de Aznar, eso sí, en privado y lejos de los micrófonos, lo cierto es que el PP ha resistido el embate de la oposición y ha salido airoso. Lo que nunca sabremos es el resultado de una votación en la que hubiesen participado todos los españoles.