Desde la Conselleria de Salut i Consum se va a proceder en el transcurso de los próximos meses a la reordenación de todo el mapa sanitario de Mallorca, estableciendo una nueva zonificación de los recursos hospitalarios que significará, en definitiva, desviar pacientes que hasta ahora estaban siendo atendidos en los hospitales de Inca y Manacor a los palmesanos de Son Llàtzer y Son Dureta. La principal razón esgrimida desde el departamento que dirige Vicenç Thomàs para justificar estos cambios se centra en la necesidad de recuperar la actividad asistencial en el centro de referencia de Balears, Son Dureta.

A pesar de las dificultades que tiene la planificación a medio y largo plazo, tal y como ocurre con el diseño de los hospitales, y en especial con la presión demográfica de los últimos años procedente de la inmigración, llama la atención que ya se haya alcanzado la saturación, especialmente en las consultas externas y las urgencias, de dos hospitales "Manacor e Inca" que han entrado en servicio durante el último lustro. Los planes de la Conselleria pecan, en buena medida, de un centralismo sanitario contra el que durante décadas batalló la Part Forana mallorquina. Los hospitales de Inca y Manacor son éxitos que sólo se pueden atribuir a los vecinos de sus respectivas comarcas; ellos fueron los que se empeñaron en acabar con el monopolio asistencial palmesano. La distribución de pacientes no se puede basar, como parece, en la frialdad de unas estadísiticas de tiempos y distancias; igual como antaño defendía el Insalud.

Además, la propuesta de la Conselleria adolece de precipitación por cuanto trata de incrementar la presión asistencial sobre el hospital de Son Dureta, en servicio desde hace más de cuarenta años, sin esperar la entrada en servicio de las nuevas instalaciones en Son Espases que, cabe suponer, están mejor calculadas y equipadas.