El desalojo de los ocupantes sin techo del edificio de Comandancia, ejecutado el viernes sin mayor percance gracias al trabajo de los servicios sociales, que durante meses prepararon a sus residentes para este momento, supone el primer gran paso para la reconversión de este espacio privilegiado en un lugar de uso público y social. Probablemente, si se cumple lo esbozado en este momento, será en un horizonte temporal próximo un centro de enseñanza superior de postgrado que se sumará a otras ofertas educativas existentes o por instaurar. Atrás quedan su pasado militar y su reciente abandono, su okupación por parte de personas sin recursos y varios hechos luctuosos relacionados con una situación de descontrol que nunca debió darse así. Efectivamente, el edificio presenta un evidente y acelerado estado de abandono y decrepitud y ha estado directamente relacionado con al menos dos homicidios al haberse convertido en santuario para personas sin recursos, a menudo víctimas del desarraigo y, por proximidad, de la indigencia o, directamente, de la delincuencia en varias facetas, algunas de ellas tan peligrosas como que acabaron en gravísimos sucesos, uno de ellos este mismo año. La zona extramuros de es Soto tiene por delante, además, la misión de acompañar, entre otras cosas, el intento de renacimiento de Dalt Vila (es uno de sus accesos más cómodos y naturales) que lidera el proyecto del Parador. Llega, pues, el momento de empezar a trabajar en recuperar una zona con muchísimo potencial, muchas veces obviado por las administraciones, que por varias razones, todas ellas contrarias a una lógica moderna, vive de espaldas a la ciudad y paradójicamente encerrada contra el mar. El absurdo no puede continuar.