Cuando Podemos obtuvo –cinco- eurodiputados en las elecciones europeas todo el mundo coincidió que era el partido revelación. Ahora, cuando saca –quince- en las elecciones andaluzas, parece que han fracasado. Al parecer, en la aritmética política, los resultados son secundarios al análisis cuantitativo y frío de los resultados y salvando el hecho del marco donde se desarrollan cada una.

Lo que sí parece una evidencia es el butrón que le han abierto a IU y UPyD tanto Ciudadanos como Podemos. Los dos primeros fueron la avanzadilla en eso de hablar del bipartidismo y la vieja política, en mostrarse como la alternativa a lo de siempre; querían ser de mayores los que hicieran el sorpaso a los dos grandes partidos que se alternan en el poder desde casi el inicio de la democracia.

IU lleva años formando a militantes en la OPA que ahora se está produciendo como estancada en su techo electoral e instalada en el discurso de lo nuevo, además de querer ser la alternativa. Convertidos en escuela de formación de cuadros de PODEMOS, han probado todas las formulas: la pinza, la coalición de gobierno con todos, desde la derecha a la izquierda... y cuando menos se lo esperaban van y les quitan el bocadillo. Les han dejado en cuadro de diputados y su futuro inminente, no parece muy esperanzador a tenor de los líos internos y de la falta de coincidencia política entre tanta familia, de cara afrontar los siguientes comicios electorales que se avecinan.

UPyD tres cuartos de lo mismo, parecía que querían ocupar la franja de la regeneración y la alternativa pescando en la derecha y en la izquierda. Se las prometían muy felices cuando de pronto “ZAS” en toda la boca, vienen las andaluzas y los relegan al ostracismo, a ser extra-parlamentarios empezando, como en las organizaciones clásicas, a desintegrarse después de tanta cuchillada interna y abandono de significados cargos del partido.

Y a tenor de la encuesta realizada por el Instituto Balear de Estudios Sociales (IBES) sobre la intención de voto al Parlament, y que publica este periódico, todavía no lo hemos visto todo, desde los pactos con calzador a compañeros de gobierno o colaboradores de investiduras que hace pocas semanas eran inimaginables.

En conclusión, es tan convulso el periodo político que atraviesa el país, y la CCAA, que los que parecen que suben, bajan; los que deberían perder, se mantienen; y aquellos a los que enseñaste, te quitan el puesto. Una vez que pase este sarampión político, las organizaciones se renueven, aprendan de los errores y volvamos otra vez a un escenario de normalidad, probablemente retornemos a ser como el resto de países del mundo a confrontar las maneras clásicas con modificaciones de entender cómo se dirige mejor un país o un territorio, olvidando el “y tú más”, preocupándose por los problemas reales de la gente.