Desde el domingo hay dos nombres propios que acaparan los focos mediáticos. Son sumarios de informativos, primera plana en los diarios y trending topic en Twitter. Uno por una fuga. El otro, por su marcha. Joaquín `el Chapo’ Guzmán protagonizó una fuga que no la idean ni las mentes más rebuscadas de Hollywood. En cambio, Iker Casillas, es noticia por abandonar el club donde ha pasado los últimos 25 años de su vida. Hace años que dejó de ser un galáctico y eso, en el planeta Florentino, se paga con un au revoir. Lo del jefe del cártel de Sinaloa fue por obra y gracia de su particular ministerio de Obras Públicas. En cuestión de un año, construyeron un túnel de un kilómetro y medio con tuberías de PVC para la ventilación, con luz eléctrica y una moto para evacuar la tierra movida. Con su fuga esquivó la petición de extradición de Washington. Ahora han puesto precio a su cabeza: 3,8 millones de dólares. La otra Casa Blanca también ha puesto dinero sobre la mesa pero para abrir de par en par la puerta de salida a Iker. El Real Madrid abonará 12 millones de euros brutos para que Casillas defienda la portería del Oporto. Iker se despidió de su club en una conferencia de prensa prácticamente clandestina, sin nadie que le reconociese los servicios prestados durante 25 años. En cambio, en México se comenta que si’El Chapo’ hubiese querido, habría dado una conferencia de prensa junto al alcaide de la cárcel de «máxima seguridad» Altiplano I. Me lo imagino con un powerpoint explicando la obra, presupuesto y fecha de inicio y entrega. La misma resolución que nuestras obras públicas. Ahí tenemos la desvencijada Delegación del Gobierno que espera fecha de demolición sine die. O qué decir de los plazos de ejecución de la carretera de Sant Joan.