Jesús es sensible a las necesidades espirituales y materiales de los hombres. Contemplamos hoy la multiplicación de los panes y los peces. El Señor tomó los panes, y habiendo dado gracias, los repartió a los que estaban sentados, e igualmente les dio de los peces cuanto quisieron. EL evangelista Juan narra el milagro de la multiplicación de los panes y los peces porque está relacionado directamente con lo que ocurrió en Cafarnaún: la institución de la Sagrada Eucaristía. Con el capítulo VI de El Evangelio de San Juan empieza el discurso de El Pan de Vida. Jesús se presenta a Sí mismo como el ’pan de vida’. El Señor promete darse como alimento de nuestra alma. Antes de realizar el milagro, el Señor dijo a Felipe: «¿Dónde compraremos pan para que coman éstos?». Jesús ya sabía lo que debía hacer, pero para probarlo hizo esta pregunta a su apóstol. Felipe respondió: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno como un poco». Andrés, el hermano de Simón Pedro, dijo: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes y dos peces, pero ¿ qué es esto para tantos?». Los hombres eran unos cinco mil. Este milagro de Jesús denota su poder divino sobre la materia, y la esplendidez con que lo hace realidad evoca la abundancia de los bienes mesiánicos que los profetas habían predicho.

Es de suma importancia la colaboración humana, a pesar de ser tan exigua e insignificante como en este caso. Cuando el Señor manda recoger los trozos sobrantes enseña que los bienes materiales, por ser dones de Dios, no se deben despreciar, sino que han de ser usados en beneficio de los necesitados.