Algunos que creen saber de fútbol se apresuran a sentenciar que lo del Atlético de Madrid no lo es. Permítanme la posibilidad de decirles que al fútbol no se juega de una, de muy diversas maneras. Precisamente ahí reside su encanto. Que lo que sirve no es dejar hacer al rival con camiseta importante lo que le dé la gana y lo demás es basura. Al fútbol se juega con pasión y con garra dejando en el campo hasta el último suspiro que ese escudo que se tiene bordado en el pecho y en el corazón merece. Es poseer el talento de hacer lo mejor con lo que se tiene para plantarle cara al adversario. Quizás el problema lo tengan los contrincantes cuando no tienen la capacidad de reacción necesaria para dar vuelta una situación y aprovecharla. Que la ‘orejona’ se nos escapara de entre los dedos ha dolido, y mucho. Que justamente fuera con el Madrid, ha dolido un poco más. Sé que las finales no se merecen, se ganan. Pero me quedo con la sensación real de que nadie lucha como el Atleti. Con, aproximadamente, una cuarta parte del presupuesto de los «grandes» hemos llegado hasta donde hemos llegado y no han podido derrotarnos en los 90’ como es debido. Simplemente no teníamos el cupón ganador de los penaltis. Aunque quizás estos resultados tienen cada vez más que ver con el dinero que con el azar. Pero ahora todos los equipos de Europa saben que estaremos allí, no querrán cruzarse con nosotros y no dormirán tranquilos el día anterior al encuentro. Porque nos faltará presupuesto pero nos sobra alma. Más de una vez me han preguntado de dónde viene mi pasión colchonera. Como todos los sentimientos es difícil de explicar pero me atrevería afirmar que fue la pasión de la afición la que me conquistó. Cuidado porque es un afecto contagioso. Los niños no tardarán en poder distinguir entre el postureo de aquellos que recorren el campo por amor a un contrato millonario y quienes lo hacer con compromiso. Ya veremos quien vende más merchandising en el futuro.