Ríanse ustedes de Eurovisión. Aquí no hay canciones horteras, ni videos sicodélicos que esconden lo malos que son los cantantes cuando cantan y cuando bailan. Lo que ahora se lleva es una nueva tendencia. El Brexitdance. Una especie de Macarena y pop al más puro estilo británico, que produce furor, estertor, y hormigueo en los pies, entre aquellos que lo bailan, y pavor, entre quienes lo sufren. El Brexitdance pop británico, ha llegado a nuestra vida como lo haría una rosa de mayo con su capullo en todo su esplendor. ¡Qué digo un capullo! Como un ramito de violetas que con su aire de frescura, invade con su perfume todo aquello que se percibe y acaricia con su aroma, a sabiendas de que lo que más toca, a parte de alguna que otra conciencia, se encuentra en la parte media-baja de aquellos que también habitan ese ramito de violetas plasmado de estrellitas, que es esa comunidad psicodélica, llamada abreviadamente UE- en mallorquín ¡UEP!- . Tal es la potencia y el alcance del Brexidance que lamentablemente y para bien o para mal, alcanza el modo de vida del resto de capullitos de alhelí, que hasta hoy lo forman esos 28 adalides del europeísmo que no se entienden ni en el mismo idioma del Brexitdance que se baila en la City londinense. ¡En fin! Que el brexitdance ha llegado a nuestras vidas, no para quedarse, sino todo lo contrario: para marcharse. Y lo que más nos duele de este nuevo baile, no son las formas, ni el sonido de la música con que se toca, ni tan siquiera los malos modos con que se baila, sino las cosas que le puedan pasar a nuestro amado- ahora denostado-socio. Por ejemplo: nos crea una gran inquietud si seguirá James Bond al servicio de su Majestad, o por el contrario, estarán expuestos los hijos de Gran Bretaña además de a los flujos y reflujos negativos del mercado de valores y divisas, a la sustitución del agente 007 por Austin Powers. De la misma forma nos preocupa si llegaran a nuestros territorios, y sobre todo en los periodos estivales, y a lomo de pateras intraborda lujosas, sin permiso de residencia, y al grito de Spain it’s different, cantidades ingentes de rubias y rubios desmelenados, descarriados, descerebrados y todos los ados o edos, que se les puedan ocurrir; y cuando digo si nos preocupa que lleguen, es precisamente porque lo que nos preocupa es que no lleguen, o que si lo hacen lo hagan sin una perra, pero igualmente «…ados o edos». De igual forma también nos preguntamos si Mr.Bean seguirá sin habla porque no quiere, o se quedará definitivamente mudo ante tal estupidez provocada por el Brexit. Y que decir tiene que si Mr.Proper hará limpieza en su propia casa, ahora que va a tener más tiempo y va a quedarse sin empleo en otras casas, o si los escoceses saldrán escocidos de Gran Bretaña y se darán de baja en Scootland Yard. ¡Ya ven! Toda una hecatombe. Ahora bien: para hecatombe la que se avecina, pues no quieran imaginar sin Gran Bretaña, lo que puede significar el Brexitdance: sobre todo con la pérdida del Pop, porque ya saben eso, de que cuando haces pop, ya no hay stop, y más, si nos imaginamos que tal ritmo, va a ser sustituido como tiene toda la pinta de serlo, por el de la toba y el trombón, al más puro ritmo prusiano del Ein, Zwei. Ya ven. De nuevo el continente ha quedado incomunicado.