Septiembre huele a forro de libros, a material escolar, a extrañas colecciones por fascículos, a uvas y a rocío sobre hojas secas. Toda mi vida septiembre se reducía a la época de la vendimia, de la vuelta al cole, a la rutina y a los días cortos y las noches largas. Septiembre sabía también a las fiestas de mi pueblo; a churros, vino, charangas, conciertos y aventuras, para convertirse durante nueve días en una de las épocas más felices del año. Septiembre era también el título de una canción de “Los Enemigos”, una banda sonora que reflexionaba sobre la caída de los sueños, usando como alegoría este mes en el ecuador de una vida. Sus versos descomponían la imagen de quien iba a ser “un gran tío, todo un ganador” reflejada en un espejo roto que le devolvía un rostro yermo, sin vocación, sin ganas de luchar por el pan, y al que le atería el frío aunque todavía hiciese fuera calor. La letra de esta canción para muchos se reducía a un estribillo en el que su intérprete anunciaba que no pensaba vendimiar, aunque su esencia se traducía en su inacción por hacer realmente algo. El letargo de quien se retira a dormir aunque todavía es tiempo de seguir cosechando.
OPINIÓN | Montse Monsalve
Septiembre
Eivissa04/09/16 0:00
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