Esta es la sandez inmoral que algunos individuos tienen el cuajo de defender sin mostrar el más mínimo ápice de humanidad. Mientras por un lado tenemos las muestras de solidaridad de particulares y empresarios que se están volcando en ayudar para que salgamos cuanto antes de esta situación; por otro, sufrimos la idiotez de algunos individuos que nos ilustran sobre su catadura moral.

En este último grupo encontramos a los individuos que, faltos de vergüenza, opinan que no podemos sacrificar la economía paralizando la actividad productiva, dado que la COVID-19 concentra su letalidad entre la población más mayor y es mucho más importante el empleo de unos (los más jóvenes) que la vida de otros (la población más anciana). Sí, esos ancianos que sufrieron la guerra civil, el franquismo o el terrorismo de ETA y que se han entregado para darnos algo tan insignificante como la vida, la oportunidad de formarnos o simplemente tener algo que llevarnos a la boca. Nadie anhela una recesión, pero exponer la población al contagio para sacrificar cual kamikaze a nuestros padres o abuelos es infame.

En este mismo grupo de insensatos se encuentran los nacionalistas que intentan sacar tajada política de una crisis que ya cuenta sus muertos por miles. Habrá tiempo de criticar al Gobierno y analizar si sus medidas han sido certeras o si llegaron a tiempo, pero es de una bajeza política repugnante escuchar al inhabilitado Quim Torra y sus palmeros rechazar la aplicación del estado de alarma porque ello implica sustraer temporalmente competencias autonómicas en pro de una mejor coordinación en la gestión de este trance. Esta crisis nos va a enseñar quien ha sabido estar a la altura de las circunstancias y quien se ha revolcado en el barro de la indecencia.