La pecera para fumadores era el lugar más animado del aeropuerto de Viena. Entré con una botella de Bushmills y un fragante habano de Vuelta Abajo liado amorosamente por la portentosa Lía Randich. Enseguida trabé conversación con una banda de zíngaros, un profesor de física cuántica y una campeona mundial de kite surf llamada Nicole. Formábamos el típico grupo de sospechosos habituales y reíamos mientras el mundo exterior se mostraba abatido y timorato tras las mamparas de cristal. Los bolas tristes de filosofía existencialista no quieren darse cuenta de que si nos vamos a pique, mejor que sea cantando. Lo mismo vale en el milagro de la supervivencia diaria, como bien saben la sabiduría popular y los amantes platónicos: Quien canta los males espanta.
Cantos y cometas
Ibiza27/12/20 4:01
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