Gloria Santiago, diputada de Unidas Podemos en Baleares. | Unidas Podemos

Hace unos días la vicepresidenta primera del Parlament, Gloria Santiago, nos contaba en las redes sociales un incidente vivido en el Camino de Santiago cuando, al parecer, un sujeto la persiguió y se masturbó mientras ella peregrinaba tranquilamente. En su tuit Santiago añadía que en el servicio de emergencias de la comunidad donde se encontraba en ese momento le habían reprochado que hiciese sola el camino de Santiago, y por el gran eco del incidente la Comunidad de Asturias abrió un expediente a la trabajadora que la atendió telefónicamente. El incidente de Santiago, recuerden, tuvo el apoyo de la presidenta balear, de dirigentes políticos de todos los colores, e incluso del jefe del gabinete del Gobierno de Asturias, además de cientos de retuits, como no podía ser de otra manera. Hubiese sido indignante, sin duda, que una mujer no pudiese disfrutar en solitario del Camino de Santiago y que una trabajadora insensible lo hubiese cuestionado en el momento de hacer la denuncia. Eso, claro, es la versión que contó Santiago, pero por lo visto no tenía nada que ver con la realidad ya que la vicepresidenta y dirigente de Podemos debió olvidar que estas conversaciones se graban y ahí se descubrió que la empleada del servicio de Emergencias cumplió con todos los protocolos que exige su trabajo y, por lo tanto, no dijo lo que Santiago denunció. Cuando alguien pone en riesgo el empleo de una persona, y sobre todo si es tan sensible con los trabajadores como teóricamente lo es una militante de Podemos, lo lógico es que aproveche las redes sociales para disculparse y decir, como mínimo, que lo entendió mal y que nunca se le cuestionó que viajase sola. Pues no. Santiago, con la nada despreciable cifra de 24.000 seguidores en twitter, ha deperdiciado una oportunidad de oro para rectificar y, sobre todo, rehabilitar el buen nombre de una trabajadora pública. Lo importante, y ya sorprende a poca gente, es mantener vivo el espectáculo político, el show de Santiago que pagamos entre todos.