Turistas bajo el sol esperando un taxi en Vila. | Daniel Espinosa

En estos tiempos extraños que nos ha tocado vivir se ha impuesto el concepto «demasiado de todo» pronunciado siempre desde una supuesta superioridad. Consumimos demasiado gas, viajamos demasiado, comemos demasiada carne, compramos demasiada ropa, gastamos demasiada agua…

A nivel local, la cosa no es muy diferente. El problema es que, en este caso, las consecuencias de esa forma de pensar nos afectan rápidamente. El último en subirse a este carro en Ibiza ha sido el jefe de la Policía Local de Vila, Fermín Cárcel, que, en una entrevista en la Ser, ha dicho que hay demasiados automóviles en la ciudad y que habría que ir pensando en limitar el acceso de los mismos para solucionar los problemas que genera el tráfico. Si no hay coches, nadie podrá quejarse de la falta de aparcamientos o del ruido o de los atascos. Brillante.

Antes que Cárcel, otros han tirado también del «demasiado» para justificar situaciones injustificables. Hay colas en las paradas de taxi porque hay demasiados turistas. Hay saturación en los servicios sanitarios porque hay demasiada gente en la isla. Y así llegamos al surrealismo extremo de justificar la tala de todos los árboles de Isidor Macabich porque son demasiado altos o de argumentar que las mamás no deben llevar a sus hijos al parque durante el día en verano porque hace demasiado calor. Se podrían poner más taxis en la calle, activar un sistema de transporte público moderno, sostenible y eficaz o colocar toldos (sí, toldos) y chorros de agua en los espacios infantiles. Desde hace siglos, los árboles altos se podan para no molestar a nadie, entre otros motivos. Así que mi conclusión es que tenemos, básicamente, a demasiado iluminado al frente de lo público porque hemos sido demasiado crédulos o demasiado bobos.