Un 'bloody mary'. | Imagen de Anil sharma en Pixabay

¿Para qué corres tanto, si adonde tienes que ir es a ti mismo? El poeta, que vive la vida mucho mejor que un vulgar banquero, recomienda no perder el culo con tantas prisas y ansiedades propias de humanoides a un móvil pegados. Algo raro en Pitiusas, donde hasta la llegada de los ferragostos turísticos (¡hoy duran tres meses!) siempre supo saborearse el tiempo.

Semeja que todo ha cambiado para que nada siga igual. O eso pretenden los escualos que jamás brindaron por la irresistible belleza payesa de Angélica con el príncipe Salina ni aúllan a la luna en Aubarca entre pinares de absenta. Los bolas tristes nos venden el apocalipsis (vírico, climático, bélico) a cada minuto, nos confinan inconstitucionalmente, nos reeducan con valores plebeyos del más bajo denominador común, mienten y falsean la Historia… provocando un ansia vital para correr más rápido de cómo gira el planeta, lo cual es imposible y genera insatisfacción.

Y en mis queridas Pitiusas, demasiados patanes con dinero o sin dinero pretenden vivir al mismo ritmo que Nueva York, donde tanto repiten eso de que el tiempo es dinero para que el trato no sea personal sino solo un negocio (la negación del ocio). Aquí la plaga de asistentes personales (abundan los eating&fucking assistant), chóferes, motos cojoneras acuáticas, pinchadiscos, burrócratas, parásitos, alcaldes, rameras con cronómetro, abogados, gigolós, empresarios, traficantes,    etcétera, presumen de correr mucho y ser altamente profesionales, pero luego no funcionan. ¿Ejemplos? Un barman de hotel de lujo (fake!) tarda media hora en preparar un Bloody Mary, el alcalde sostenible jamás arregla la depuradora, el maître macarra quiere enseñarte a comer la desafinada fusión de su chef... ¡Bah! Recréate en el momento porque todo va del gozo al gozo. El resto son fuegos de artificio.