"Las iglesias de Ibiza son, seguramente, el elemento patrimonial de mayor valor que conservamos." | Daniel Espinosa

Las iglesias de Ibiza son, seguramente, el elemento patrimonial de mayor valor que conservamos. Desde las más antiguas a las más modernas, no sólo han prestado un servicio espiritual a la comunidad desde tiempos inmemoriales, sino que han representado el altar de la cultura, la tradición y la fe. Son la mejor custodia de nuestra identidad y ello ha sido posible, en gran medida, por el trabajo de los obrers.

Son voluntarios entregados y generosos de todas las vendes que se encargan de las cuestiones más terrenales de las iglesias. Con su vocación de servicio, desarrollan una labor de conservación y mantenimiento que no se limita a lo estético, sino que tiene un efecto espiritual y social. Su trabajo dignifica y solemniza los actos religiosos, otorgándoles la relevancia que realmente merecen, de modo que podamos vivir con intensidad los misterios de una fe que se niega a abandonar nuestros corazones.

Por otro lado, su labor social genera un sentimiento de unión y fraternidad que engrasa los eslabones de una cadena de vecinos que sienten una identidad propia. Desde los primeros datos de un obrer que conservamos desde 1423, no han dejado de emplearse en las labores de conservación no sólo de un templo, sino de un espíritu común. Su sacrificio desinteresado es el ejemplo por el que se deberían guiar los servidores públicos que ocupan puestos de responsabilidad. En cualquier pueblo de las Pitiusas, todos deberíamos pasar por ciertos estamentos en este orden: comisión de fiestas, asociación de vecinos, asociación de padres y obreros de la parroquia.

Quien participa de la actividad social de su lugar de origen, no sólo ayuda a sus vecinos, sino que protege la tradición y la comunidad para que las generaciones venideras hereden un lugar más amable en el que vivir.