La presidenta del Govern balear, Francina Armengol, en una imagen de archivo.

Después de ocho años de hegemonía de la izquierda en Baleares surge, ante la convocatoria electoral de mayo, un votante singular: el derrotista del PP. La fidelidad de su compromiso con las siglas es antigua e indiscutible pero parece atrapado por la maquinaria publicitaria del Govern que, con mucho dinero de por medio, proyecta una imagen de Francina Armengol que el derrotista ha interiorizado.

Fundamenta su pesimismo electoral en la evolución de la economía y en la multiplicidad de ayudas económicas repartidas a manos llenas por las administraciones. Las estadísticas turísticas del Govern son la gran baza del derrotista para sustentar su desánimo: la temporada que viene será mejor la anterior y ello es garantía de bonanza para la izquierda. Asimismo, la comparación de las maneras de Armengol con las de Gabriel Cañellas, otrora estandarte de los tiempos dorados del PP. Si es empresario, cuenta pestes de la prepotencia y los malos modos del conseller Yago Negueruela, alter ego de Francina Armengol, pero le teme y le pone buena cara cuando lo tiene enfrente.

Aún habiéndolas, el agorero no atiende a otras razones más allá de las económicas. De hecho, la tarjeta de resultados de Francina Armengol presenta muchas sombras. Y no es únicamente la del «caso Puertos». La primera, y quizá decisiva, es que la actual presidenta no revalidará su mandato si no es con la extrema izquierda y los soberanistas y, al menos a estas alturas de la campaña, la demoscopia no se muestra favorable a los aliados del socialismo.

Las proclamas triunfalistas de pleno empleo no contemplan el nuevo fenómeno del trabajador pobre, personas que con ocupación estable y sueldo fijo a duras penas llegan a final de mes. Entre otras razones por la carestía de la manutención familiar, facturas de luz y gas, gasolina y el incremento desbocado de precios en prácticamente todos los sectores de actividad, sin necesidad, por sabido, de hacer hincapié en las dificultades de acceso a la vivienda. Hace ocho años, la izquierda dictó el crecimiento cero en infraestructuras y ahora vienen las prisas para anunciar la construcción de viviendas sociales y medidas vacías de contenido para hacer frente al colapso de la movilidad, no solo en Palma, y a la ineficiencia generalizada de las administraciones, convertida en incordio para el ciudadano y freno a la iniciativa privada.

El Govern de Armengol reconocía recientemente que en Baleares solo se tardan diez meses en la calificación de los casos de dependencia que tanto dolor causan a miles de personas. ¡Diez meses! Y se felicitaba la consellera del ramo por estar por debajo de la media nacional, como si el mal de muchos fuera a ser un consuelo. En el otro gran fundamento de la calidad de vida, la sanidad, el Govern ha sido incapaz de aliviar las listas de espera y el Sindicato Médico ha anunciado un nuevo caos para la próxima temporada turística por las carencias de gestión sin resolver. Pero nada de todo ello, y son solo algunos pocos ejemplos, altera la percepción y la preocupación del derrotista.

Ni son quintacolumnistas y ni siquiera son muchos, pero los candidatos del PP deberán esforzarse para convencerlos de la solvencia y fortaleza de su opción para evitar que sus dudas, aun sin querer, no fueran a ser contagiosas.