Carmen Ferrer. | Archivo

La alcaldesa de Santa Eulalia ha vuelto a salir airosa del enfrentamiento judicial al que se ha visto sometida por Francisco Vilás. A todas luces, la querella del empresario carecía del menor fundamento jurídico y el archivo de la causa era el destino natural de este caso. Realmente, el asunto va más allá de lo estrictamente judicial y el querellante guarda razones empresariales para hacer pasar a todos los políticos por el juzgado. Esta campaña de instrumentalización de los ya saturados juzgados tiene como única finalidad retrasar lo inevitable: la aparición de un nuevo hospital privado que rivalice con la todopoderosa Policlínica. Es legítimo que cada uno defienda sus intereses empresariales con los modos que estime oportunos, pero los únicos que han salido ganando con este paseíllo son los abogados (¡bravo por ellos!).

El caso de Carmen Ferrer guarda un interés especial. Después de estar al mando de la Conselleria de Turismo, Ferrer dio la sorpresa en 2019 e incluso mejoró los resultados de su predecesor en Santa Eulalia. Ahora lo ha vuelto a hacer con una mayoría arrolladora y un estilo discreto muy personal. Su estrategia no pasa por la agresión verbal, ni los grandes eventos, ni los grandes discursos, sino por un goteo incesante de pequeños detalles que agrandan su peso político. Alejada siempre de polémicas, ha mantenido su municipio como un referente en emprendimiento, limpieza y cultura, con un tejido empresarial y asociativo muy rico que no se ha dejado encandilar por las musas de la ordinariez que reinan en nuestra ínsula. Su perfil es incluso más empresarial que político. Sólo el tiempo dirá si sus modos sencillos pero eficaces serán los adecuados para la difícil y lejana tarea de heredar (de nuevo) el bastón de Vicent Marí.