El tema del año en Formentera es el del concurso de los quioscos de playa. Ocho instalaciones históricas a pie de playa que son parte ineludible del paisaje de la isla y un atractivo turístico. Hace dos años que se convocó un concurso de adjudicación de los servicios de playa y desde entonces está atascado. El año pasado se montaron los quioscos deprisa y corriendo y con una prórroga a los antiguos concesionarios, ya que el concurso estaba judicializado y eso impedía otorgarlos a los que habían obtenido mejor puntuación. Y pasada la Semana Santa, nos encontramos con las adjudicaciones en dique seco.

El presidente quiere declarar el concurso desierto, sus rivales (antes compañeros) de Sa Unió quieren adjudicar a toda prisa, la mesa de contratación también quiere adjudicar y uno de los ganadores se queda fuera por no entregar la documentación necesaria. El pliego del maldito concurso incluye la necesidad de una serie de cursos para el personal de los chiringuitos, para poder sumar puntos. Entre otras formaciones se contempla la del varamiento de cetáceos, que se antoja poco útil para un servidor de mojitos. Otros ejemplos variopintos se incluyen en el pliego de condiciones del concurso, de modo que no es de extrañar que la situación esté como está. Los argumentos jurídicos de los antiguos y los nuevos concesionarios son una clara amenaza a las arcas del Consell, que me temo que, lejos de ingresar dinero por estos servicios cedidos, va a acabar pagando un pastón, decida lo que decida. Y cuanto más se escarba en este concurso, más sospechas aparecen, veremos que más tiene que aportarnos este proceso que nació torcido y torcido va a acabar. Lo que sí debe quedar claro es que alguien tendría que acabar asumiendo responsabilidades por este desaguisado.