Mi tía Rubi es una mujer risueña. Le encantan los programas de marujeo y las revistas. No sabe leer ni escribir, pero le chifla pasar las páginas del Hola una y otra vez, hasta desgastarlas, viendo las fotos de los famosos. Si estás a su lado, te las comenta y te pide tu opinión. Le gusta contar historias y se asegura de que la escuchas dándote un golpecito en el brazo. Otra cosa que le encanta es el buen comer. Tanto, que es incapaz de decir que no a un manjar, aunque haya comido hace poco y su estómago no dé para más. Se enfada fácilmente, pero no tiene maldad, y siempre, siempre, a su manera, busca la forma de pedirte perdón. Quien no la conoce piensa que vive en su mundo, que para ella el tiempo se quedó parado cuando era apenas una niña. Pero no es así, está en el mismo lugar que el resto de los mortales. Y otra cosa que le gusta mucho es que se cuente con ella, como una más, que se le incluya.

En España, según los últimos datos del INE (poco actualizados) alrededor de un 8,5% de la población es discapacitada, es decir, presenta deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales. Personas a las que la sociedad, aún hoy día, sigue dejando de lado. Se les juzga simplemente por tener algún síndrome o por ir en silla de ruedas. Se les trata como tontos, pero es la ignorancia de la sociedad la causa de esta discriminación. Que tengan alguna dificultad concreta no quiere decir que sean distintas, aunque tengan otras necesidades. Para estas personas es más difícil independizarse, acceder a la educación o al mercado laboral.

Hoy, martes 3 de diciembre, se celebra el Día Mundial de las Personas con Discapacidad. El lema habla de empoderamiento, de «no dejar a nadie atrás». La capacidad de incluir la tienes tú.