La diputada del PP, Marga Prohens, en el plató de Bona Nit Pitiuses. | Daniel Espinosa

El aroma a elecciones que esperanza a algunos y atemoriza a otros ya impregna las páginas de los periódicos y las mentes de los políticos que, o bien se preparan para hacer las maletas, o se compran pantalones más anchos para repanchigarse en la poltrona durante cuatro años (más).Las elecciones en Castilla y León han servido para desplazar (¿a Europa?) a un Casado amortizado, apresurar a Feijóo para que tome las riendas, para que Ayuso protagonice sus idus de Marzo y para dibujar un nuevo tablero político en el que VOX amenaza con ser algo más que un peón.

Marga Prohens sabe que su eventual entronación en el Consolat de Mar tan sólo puede pasar por hacer vicepresidente a Jorge Campos. Una pésima noticia para la seriedad y la moderación, pero una muy suculenta para una izquierda ávida de repetirlo hasta que duela. Armengol está muy magullada y tan sólo puede salvarla la movilización para que su némesis no le arrebate el medio de vida de la mitad de sus afiliados que se sacian como la hacía Zeus con la cabra Amaltea.

En Ibiza, Vicent Marí aspira a conseguir ese conseller que le falta para la mayoría absoluta o a que Javier Torres aguante la desintegración que sufre su formación, algo injusto para un conseller que ha aportado estabilidad y que ha mejorado las competencias que asumió sin ruido pero con eficacia. Agustinet ya tiene hecha la campaña bajo la amenaza «si tu no vas, ellos vuelven».

Una estrategia algo débil, teniendo en cuenta que para acceder al gobierno el PSOE se asocia con los herederos de ETA o con Voldemort si es necesario. Si quiere subir a la quinta planta del nº49 de la Avenida de España tendrá que ofrecer algo más que palabrería, máxime cuando su partido en Ibiza adolece de una preocupante escasez de talento y renovación.