Me quedé muda; mi garganta se apagó y no fue capaz de emitir sonido alguno durante varios días. Una auténtica paradoja para la voz en off de aquella gala en la que se me limpiaron los ojos de manera metafórica y literal a base de lágrimas, de emoción y de sentido común. Enrique me miraba atónito sin creerse aquella desnudez nueva. Separándome del abrazo a Emma y con la afonía ya asomándose, mi particular humor negro me hizo gritarle «¡ya ves, las de Burgos también lloramos!», ¡y no saben cuánto! Sobre todo, cuando es por instantes bellos, puros y aleccionadores como ese en los que te despiertas y aprendes porque desaprendes todos los prejuicios adquiridos. ¡No saben ustedes cómo lloramos las de Burgos cuando nos sentimos útiles y parte de un movimiento que cambiará el mundo, ni lo bien que saben las lágrimas cuando se comparten con gente buena!

No sé si la enfermedad estaba cosida a mis bronquios o a mis condicionantes, pero ahora que me he recuperado les puedo asegurar que esta que les escribe ya no es la misma. Desde el pasado sábado siento que veo mejor y que el mundo es diferente a como me lo habían contado. Ya no albergo esa mezcolanza de lástima y de vergüenza inoculadas por una educación sesgada que rechaza a quienes son diferentes; una forma de entender la sociedad que se escuda en una falsa compasión que no es tal, que esgrime un «pobrecitos» hacia los que son distintos pero que a la vez los aparta y cercena su futuro al considerarlos menos aptos.

Rubén Calleja solo quería ir a clase con sus compañeros, independientemente de sus cromosomas. Sus padres decidieron que ningún otro niño sufriría esa discriminación y lo consiguieron. Para ellos fue el premio honorífico.

Irene Villa no solo sobrevivió a un brutal atentado, sino que se armó de palabras, de valentía y de esfuerzo para demostrarnos que todos somos capaces de lo que marquen nuestros sueños siempre que tengamos el ingrediente secreto: humanidad.

Belén Motilla salió del armario para esgrimir con orgullo que la salud mental y la diversidad funcional deben respetarse, abrazarse y tratarse con amor y cariño para no ser impedimentos de nada, mientras que Mireia Mendoza sonreía y hablaba con las manos para recordarnos que el silencio no es el que padecen las personas sordas, sino aquél que les provocan quienes les impiden ser escuchados.

Pero en aquella gala de la que les hablo había muchas más personas increíbles y hermosas exhibiendo orgullosas sus corazones. Los modelos de Ibiza Inclusion, paseaban entre las butacas del auditorio como si fuese uno de sus desfiles. Armados con su alegría y como un ejército de soldados de la integración, todos ellos se subieron al escenario para entregar cada galardón y abrazar a los premiados. ¡No saben qué guapos estaban vestidos por David Pomar y por Sonia Riera mientras daban vueltas sobre sus vestidos y trajes ibicencos! Y ellos lo sabían, se sentían hermosos; el problema es que todavía hay personas incapaces de mirarlos de verdad: como ahora nosotros los vemos. Pero no se preocupen, que este escuadrón de la inclusión tiene intención de emprender un tour y de conquistar de su mano cada ciudad española hasta que no haya ojos incapaces de admirar su luz y su belleza.   

Les decía que tras celebrar los Ibiza Inclusion Awards me quedé muda, pero a los pocos días mi voz volvió, más serena y consciente. Lo hizo rotunda y certera, sin perder ni un ápice de aplomo, aunque con otro color; un rumor nuevo que no sabría cómo describirles. Regresó una vez que mi cuerpo y mi alma descansaron de la resaca emocional de estos primeros premios nacionales a la inclusión que, como afirmó Irene Villa vestida con esa sonrisa que todo lo cura y que todo lo embellece, «solo podía celebrarse en Ibiza». Y aquí en nuestra isla mágica, la libre y la abierta, esa que acoge a todos los locos que no queremos vivir en un mundo oscuro y frío, la madrina y presentadora de aquel acto, la actriz María Isabel Díaz, unió sus manos en el movimiento integrador de Ibiza Inclusion y nos dio las gracias por formar parte de todo esto. Lo mismo que Miguel Ángel Silvestre, para quien poder dar visibilidad a este movimiento, y a su familia de Ibiza In, «da sentido a esto que llaman fama». «Las personas con diversidad funcional tienen acceso a la empatía y a la ternura que a nosotros nos faltan», afirmó el actor. Por su parte, el director David Marqués pidió en su intervención que su galardón fuese para su hermana Eva, su auténtica campeona y musa y quien lleva años luchando por sus niños de piel de mariposa, y claro, nosotros, seguimos llorando y limpiándonos por dentro.

Como dice la canción de Facto de la Fe y las Flores Azules, esto, como el amor, no se para y este es un movimiento de película, como demostró Luis Calero, quien ya está rodando el documental de una historia que nos hará preguntarnos dentro de veinte años si de verdad hubo un día en el que nosotros también estuvimos tan ciegos.