«Hasta el lunes». Miguel Ibáñez (izq.) ha conseguido «rogando» que le dejen quedarse hasta el lunes. A la derecha, su compañero Miguel Ángel Yáñez.

Miguel Ibáñez Muñoz, de 60 años de edad, y Miguel Ángel Yáñez, de 50, viven desde hace tres meses y medio y dos meses y medio, respectivamente, en el Centro de Acogida Municipal (CAM), en Vila, y les ha llegado el momento de marchar. Yáñez está en paro, pero Ibáñez muestra un contrato mercantil con una empresa que trabaja para Endesa, sin sueldo fijo, pura comisión, aunque aún no ha empezado. Ambos tienen hijos y nietos.
Yáñez se va «para dejar sitio a otros». Explica que vive en Eivissa desde los ocho años de edad, aunque ha estado grandes temporadas fuera de la Isla, y que su profesión es auditor medio ambiental. Se marcha a Canarias, donde espera tener un lugar en el que vivir, en casa de una amiga. «He causado baja voluntaria y me han prestado una cama hasta el día 3, que es cuando sale el avión», señala.
Sin embargo, Ibáñez no se quiere marchar del albergue. Quiere seguir allí porque no tiene dónde dormir. Es de Granada y lleva en la Isla desde julio. «Me han dicho que me tengo que ir el lunes, ya que rogando al responsable del albergue he conseguido que me dejen el fin de semana». «[El responsable] me ha echado porque le caigo mal», denuncia mientras su compañero asiente y corrobora sus palabras. «Esta mañana ocho o diez personas teníamos unas cita con la concejala de Bienestar Social para denunciar esto, en la tercera planta del edificio Cetis; hemos ido allí, pero resulta que le enviaron a un mensaje al móvil a uno de nosotros cancelando la reunión, pero no pudo verlo porque esta persona vive en la calle y no tiene dónde cargar el teléfono», explican.

Dormir en la calle
«El responsable del albergue dice que esto [el contrato mercantil] no es un contrato, que no le sirve, y yo le caigo mal, y por eso me echa, y no se puede salir a vender si duermes en la calle, es muy difícil», se lamenta Ibáñez, cuyo sector profesional dice que es «la pintura y decoración», aunque puede hacer «cualquier cosa».
Yáñez explica que ha trabajado hasta hace poco como ayudante de pastelero y el pasado verano dice que lo hizo en la Asociación de Taxis de Vila «ayudando a organizar la parada y detectando a los taxistas pirata».
Ambos pasan la noche en el albergue, que cuenta con cerca de 20 plazas que, según ellos, «casi nunca están completas». Los dos aseguran que «esta persona [el responsable] actúa con total discrecionalidad, según le caigas o según tenga el día».
Tanto Yáñez como Ibáñez dicen que aceptarían cualquier trabajo, con contrato o sin él.