Recurramos, de nuevo, a Bertolt Brecht. A una de sus célebres ideas. «Hay hombres que luchan un día y son buenos; hay hombres que luchan muchos días y son mejores y los hay que luchan todos los días, y esos son los imprescindibles».

Durante dos décadas, Marià Serra luchó todos los días. Fue el tiempo que presidió el Institut d’Estudis Eivissencs. Aunque su militancia empezó bastante antes, durante esos veinte años al frente de la entidad ha tenido que cargar sobre sus espaldas la responsabilidad de liderar una institución tan necesaria como a veces ignorada. Un caramelo en ocasiones, quizá las menos, un trago amargo durante muchas de las etapas por las que ha atravesado la asociación. Serra dejó la presidencia el pasado martes y estos días le toca hacer balance. Conmigo lo hizo sentado en una silla pagesa, con la efigie de Isidor Macabich - un maestro, su maestro - como testigo. Desde el principio quise empatizar con él. Le conté que soy socio de la Obra Cultural Balear, la entidad hermana del IEE, y durante la entrevista, mientras él hablaba, empecé a sentirme minúsculo; al fin y al cabo yo pago una cuota y el hombre que tenía delante se había dejado las energías y miles de horas por la causa. «Aspiro a que nos podamos sentir ibicencos en nuestra propia tierra... que podamos entrar en un comercio, hablar en nuestro idioma y que nos entiendan...». Demoledor. Las palabras de Serra, aun llenas de coherencia y buena educación, percuten como cañonazos - y es que cómo decía otro rebelde que ustedes ya reconocerán, «hay que endurecerse sin perder la ternura jamás» -.

Estoy seguro de que esos cañonazos seguirán resonando, ahora desde la retaguardia, para que los ibicencos se puedan sentir ibicencos.