El socialista Pedro Sánchez decidió forzar elecciones porque creía posible alcanzar los 150 diputados que le debieron prometer su gurú y el CIS, pero lo que ha conseguido es poner en riesgo el futuro político de muchos compañeros de partido.

Que le pregunten a Patricia Abascal, cuyo escaño en el Senado bailó hasta el último momento y se arriesgó a perder lo obtenido en abril. De hecho, el peor parado en estas elecciones en Baleares ha sido, además de Ciudadanos, el PSOE, con un escaño en el Congreso y la plaza de senador por Menorca, que ha pasado a manos del PP, menos.

Un desastre minimizado por ser la fuerza más votada, pero poco más. En el mejor momento del PSOE en décadas no se ha sabido rentabilizar la coyuntura simplemente porque Sánchez no ha sabido medir los riesgos de unas elecciones totalmente innecesarias. Los socialistas ibicencos han presumido de ser los más votados, y tienen razón, pero de poco sirve si el PP ibicenco consigue un diputado que no tenía en abril, y a eso hay que sumar al cargo de senador autonómico que ostenta el también ibicenco José Vicente Marí Bosó.

A los que presumen en Ibiza de tener hilo directo con Sánchez cuando éste recorría España en su coche para captar apoyos deberían explicarle que unas elecciones tienen demasiado riesgo, y que solo se deben convocar o porque se agota la legislatura o porque no es posible alcanzar un pacto. Sánchez sí tenía posibilidad de alcanzar alianzas, pero prefirió arriesgar por un puñado de diputados más para, finalmente, perder tres escaños. Sería recomendable que el nuevo período político comience con un poco de sosiego y sentido común por parte de toda la clase política. La gente comienza a estar harta de tanto iluminado e irresponsable.