Isabel Díaz Ayuso. | Ricardo Rubio - Europa Press

La muy madrileña caída de ojos de Ayuso –sólo la falta un ramito de violetas– ha provocado un magnífico huracán que se va a llevar por delante a mucho mamón burrócrata. Al sentirse acorralada, ella se adelanta y da dos veces, harta de las traiciones de la pareja dirigente del PP. Puede ser algo positivo una vez amaine el temporal, si alguien queda en pie.

Los partidos políticos son las mafias más poderosas del reino. Se les dio carta blanca en la generosa Transición, de ahí tanto abuso, y han atiborrado el aparato del estado de forma ruinosa para aquellos que no viven de la teta pública. Ya Alfonso Guerra –¡también tenía un hermano!– dijo aquello de quien se mueve no sale en la foto. Que Ayuso haya dado este paso muestra un valor temerario que asusta a los que, hasta hace poco, la consideraban tontita y manipulable. Pero ya demostró que sabe medir bien sus tiempos. Y en la calle caliente tiene muchos más apoyos que la pareja Casado-Egea. Por algo será.

La Ayuso gusta mucho de venir a Ibiza. Ya en Can Jondal llamó la atención este verano y muchos la aclamaban como a una heroína, pues tiene muchas simpatías por la España empachada de restricciones e impuestos. ¿La invitará Vicent de Kantaun al próximo Campeonato Mundial de Arroz de Matanzas?

Mientras tanto, la guerra sigue en un PP abierto en canal al grito «¡Banzai!». Es lo que pasa con la moda del sushi cuando está mucho mejor un pescado al horno. Saldrán a la luz trapos sucios ante el regocijo del sumo mentiroso Peter Sánchez, que podría ser quien ha movido los hilos hipnotizando a gente muy torpe que manda mucho.

¿Tenía Ayuso otra opción que romper la baraja? ¡Abran juego!