Imagen de archivo del domicilio del padre que asesinó a su hijo en Sueca. | Patricio Ortiz

Una espeluznante noticia nos golpeaba a todos esta semana. Me refiero al asesinato de un niño de once años a manos de su padre. Nadie duda de que, en ocasiones y a pesar de que desde la justicia se hubieran adoptado una serie de medidas para tratar de evitar muertes entre las mujeres que se ven atosigadas y amenazadas por sus parejas o ex parejas, se producen situaciones que acaban en tragedia, pero no cabe duda de que esas situaciones peligrosas se pueden producir con mayor facilidad si no se ha ejercido un correcto control sobre el maltratador.

Esa insuficiente intervención por parte de la justicia es lo que subyace en torno al luctuoso suceso al que me he referido. Al parecer, se trataba de un niño cuyos padres se habían visto envueltos en un episodio de maltrato por el que el hombre fue condenado. La pareja en cuestión también planteó en su momento una demanda de divorcio y la misma siguió su camino al desconocer el juez competente en dicho caso de divorcio, de la existencia del caso de maltrato sentenciado por el Juzgado de Violencia sobre la Mujer.

Al margen de si los abogados implicados tanto en el caso de maltrato como en el de divorcio fueron más o menos diligentes a la hora de desempeñar sus funciones, lo cierto es que la inexistencia de facto de un sistema de intercambio automático de información entre dos estamentos judiciales facilitó en su momento que el padre maltratador pudiera estar a solas con su hijo y la situación acabó desembocando en el triste acto de violencia vicaria que nos ocupa.

Parece mentira que después de que este tipo de violencia se vaya produciendo con más frecuencia de la que seria deseable, nadie haya sido capaz de darse cuenta que lo que ha ocurrido en Sueca pudiera ser una realidad y proponer, tramitar y aprobar las medidas necesarias para tratar de minimizar en la medida de lo posible situaciones de este calado. Resulta inconcebible que en la época de internet, donde nos guste o no, hay fórmulas que permiten bucear en los lugares más recónditos de los sistemas informáticos, invadiendo incluso nuestra privacidad, no exista la necesaria interconexión para el sistemático intercambio de información entre juzgados, que de haber existido habría paralizado automáticamente el proceso de divorcio, impidiendo el régimen de visitas del que disfrutaba un potencial asesino.

No es de recibo que tenga que ocurrir una desgracia como la que ha tenido lugar esta semana para que los estamentos con competencias en el tema acepten la necesidad de mejorar la comunicación de los diversos procesos en trámite. No hay que racanear la inversión en medios o en personal cuando estos pueden ayudar a salvar vidas.

Por otro lado, y a la vista de estos hechos ocurridos, se me viene a la mente lo peligrosas que resultan las teorías sobre violencia de género que desde los partidos de la derecha se vienen abanderando y defendiendo. Niegan desde Vox la existencia de la violencia sobre la mujer y pretenden que pase a denominarse «violencia intrafamiliar», concepto en el que se diluyan todos los peligros que vienen corriendo las mujeres por el simple hecho de serlo. Este postulado claramente machista va calando también en las filas del PP y podemos ver como muchos de sus dirigentes lo van asumiendo cada vez con más claridad.

A pesar de lo que defiendan todos aquellos partidarios de Vox a quienes les parece de lo más normal negar que exista un violencia específica sobre las mujeres y que, por tanto, no es necesario que existan normativas especificas para combatirla y por más que defiendan que la violencia vicaria no forma parte de la violencia de genero; los hechos arrastran por los suelos sus tesis y nadie puede dudar de que cuando un padre mata a su propio hijo, siempre lo hace con la clara intención de hacerle daño a la madre, por lo tanto resulta ridículo negar que se trate de violencia de género.

El peligro ya está aquí y el próximo gobierno de Castilla y León ya ha decidido tramitar una nueva ley de violencia intrafamiliar, que aparque la vigente de violencia de género. Pero el peligro no acaba aquí ya que incluso el propio nuevo presidente del PP manifestó no hace mucho que la violencia vicaria no formaba parte de la violencia de género como tal y, si bien ese mismo día y ante la avalancha de criticas acabó rectificando, es una rectificación sin visos de credibilidad. El peligro de la extrema derecha ya se cierne sobre nuestra sociedad.