A estas alturas de la vida me doy cuenta que la mejor música para conjurar la resaca son los mariachis. José Alfredo, Chavela, Lola Beltrán, Negrete, Pedro Infante, Cuco Sánchez, Vargas, Mejía, también Linda Rondstand, y tantas otras voces magníficas y aguardentosas que salen del México lindo y querido, tierra artista y cruel, sangrienta y apasionada, que invita siempre a seguir bebiendo: tal vez un picante Bullshot o esa tierna palomita que mezcla tequila con pomelo, y así parar, templar y mandar en la eterna corriente –Panta rei— de este milagro inexplicable (de ahí el «Creo, pues es absurdo», que confesaba Tertuliano) en que estamos inmersos, una vida que no es un misterio a resolver sino una realidad a experimentar.

Y hete aquí que hoy domingo la resaca es aguda y se grita Rien ne va plus! ¡Hagan juego, damas y caballeros, en la ruleta electoral! Y si no habéis vendido el voto al supremo hortera que miente por decreto, habrá que reflexionar bien a que mafia, perdón, quiero decir partido político, se entrega el voto que permite seguir jugando a la democracia.
Cierto es que la democracia fue un maravilloso invento ateniense en una polis con cultura y responsabilidad, en cuyas clásicas dimensiones todos se conocían y los ciudadanos libres consideraban un deber participar de la política. En la sobredimensión actual, más romana o persa que griega, parece que se diluye, pero cada voto cuenta y el que participa cabalmente debe exigir responsabilidad a los hunos y los otros. Así que abro una botella de champagne, que también va bien con los guitarrones, y brindo a la Churchill por el menos malo de los conocidos sistemas de gobernación.