Sa Capelleta encierra en unos pocos metros cuadrados un trocito de Historia de una ciudad que no nació en 1968 sino bastantes años antes. No hay señalización alguna de esa joya Pitiusa, nada que incentive darse una vuelta por los verdaderos cimientos de una ciudad que trata de preservar cada verano su identidad linchada a golpe de cash.

Se unen la invasión de los que gastan ante la generosidad de los que servimos y aguantamos los achaques de vanalidades y superficialidades y materialismos posando en el photocall de un club de moda. Mientras Sa Capelleta mantiene el tipo en silencio, fuera como que aquellos que descansan allí, se nieguen a enterrarse de nuevo en el olvido. Hay dinero para la construcción de mega proyectos que dan más dinero; la cultura ya es cosa aparte, eso no interesa, no vende, no deja pasta. E Ibiza es cash y visa.

A nosotros, que nos gustaría que nuestra isla fuera nuestra y no suya, nos tenemos que rendir ante el turista que deshace la magia de mi Eivissa en una copa de Moet y unas rulas. Somos nosotros los que curamos la isla cada invierno, los que vemos más allá y apreciamos la calidez de sus payeses, la magia de Es Vedrá en Otoño, la sobremesa de hierbas con hielo. Hay tanta historia en cada casa, en cada pliegue del vestido, en cada muesca de un tambó, que cada invierno volvemos a reconstruir nuestra verdadera Ibiza, aún sin ninguna ayuda del Ayuntamiento, porque ellos no han sabido discernir que el verdadero corazón de Ibiza no está en los placeres terrenales y efímeros estivales sino en los valoramos sin dudar que una ensalada superchic jamás podrá superar un buen bullit de peix de sa güela. Un consejo, dejen de aparentar dinero y aparenten Eivissa.