Un comentario de calle que corre de boca en boca y genera aspavientos: unas 1.300 personas se presentan a las elecciones en Eivissa y Formentera, dos islas que, en total, suman unos 140.000 habitantes. El runrún no es para menos, porque, desde luego, así, en principio, parecen muchos invitados para... ¿pocas sillas? No deberíamos ser malpensados porque no hay motivo para sospechar que, al menos en su mayor parte, se trate de simples arribistas o mariachis de los jefes de sus respectivos partidos (16, en esta ocasión). De hecho, ¿no criticaban desde los grandes partidos que la gente vive de espaldas a la política? ¿No decían que era muy fácil criticar, que lo realmente comprometido era participar en la vida pública? Pues ya está. Dieciséis partidos y 1.300 candidatos. No se quejarán. Pero es que, además, tal vez no sean tan pocas sillas... De hecho, igual son demasiadas. Las adorables y pequeñas Pitiüses están gobernadas por dos presidentes, cinco alcaldes, varias decenas de conselleres y concejales y un número difícil de calcular y cada vez mayor de cargos de confianza (designados a dedo), además de otros representantes políticos tanto locales, autonómicos como nacionales, directores de empresas paramunicipales (también designados a dedo), etcétera. Estos sillones hay que llenarlos y parece que, ahora más que nunca, existe un gran interés. El hecho de que hayan proliferado tantos partidos es consecuencia de la desconfianza en los grandes grupos de siempre. Un evidente síntoma de los tiempos. Que los grandes partidos no se quejen de esta gran ensaladilla en la que se ha convertido el panorama político, porque son ellos los auténticos autores de la misma.