Como Martin Luther King, yo también he tenido un sueño. En él, España había suprimido el estado autonómico, Cataluña y el País Vasco habían sido forzados a convertirse en estados libres asociados fuera de la Unión europea e iban perdido paulatinamente tanto población como producto bruto como consecuencia de una fuga masiva de empresas en busca de seguridad jurídica.

Había desaparecido el Senado y el Congreso contaba con 99 escaños menos. Los diputados cobraban el doble del promedio de sus ingresos en los tres años anteriores a su elección y personas valiosas ocupaban escaños antes reservados a indocumentados. Se había reformado el sistema electoral y gobernaba la lista más votada en segunda vuelta.

En lo económico, la Agencia tributaria había desaparecido para dar paso a una Agencia de Control del Iva por cuanto se había establecido un impuesto único sobre el rendimiento del trabajo fijado en un 18 por ciento, lo que, unido a un impuesto de sociedades del mismo tipo, había aumentado la recaudación y disminuido el coste del mecanismo de control. Suprimida la capacidad impositiva de las antiguas comunidades autónomas, los españoles pagaban los mismos impuestos en todo el territorio nacional. Se habían eliminado todas las subvenciones públicas a partidos, oenegés, sindicatos y asociaciones y promulgado una ley de mecenazgo susceptible de reemplazarlas.

En lo judicial, se había establecido una auténtica separación de poderes y los ascensos de los jueces se llevaban a cabo mediante un sistema de cooptación sujeto a determinados requisitos de rendimiento laboral acreditado. Se habían eliminado los beneficios penitenciarios y reajustado las penas previstas en el Código penal para que el cumplimiento íntegro de las penas fuera realidad.

Habían cerrado más de la mitad de las universidades públicas como consecuencia de una reforma de leyes educativas que sólo contemplaban el acceso gratuito a los estudios universitarios de los más capaces. La vuelta al bachillerato de los años cincuenta y a las universidades laborales había obrado el milagro en tiempo récord.

Determinadas cadenas de televisión habían renunciado a emitir telebasura anestésica por falta de rentabilidad, al ver gravada su antigua bazofia con un tipo impositivo del 90 por ciento.

Se había erradicado la corrupción mediante el expediente de impedir la salida de prisión de los condenados por tal concepto en tanto no restituyeran el dinero defraudado al Erario.

Habiendo superado ya el PIB per capita de Italia, la nueva España estaba a punto de superar el de Francia y convertirse en la segunda potencia económica europea.

Tuve este bello sueño, pero ya se sabe que los sueños sueños son. Y siempre lo serán.